En diciembre Estados Unidos vivió una crisis cuando miles de pasajeros vieron frustrados sus planes vacacionales. Esto se debió a los vuelos cancelados (según algunos reportes fueron más de 10 mil) por mal clima, pero sobre todo por una nueva ola de la pandemia. En ello México tuvo una advertencia de lo que vendría con la llegada de ómicron, una más que el gobierno mexicano desatendió.
Hasta el domingo eran 260 los vuelos de Aeroméxico cancelados porque integrantes de la tripulación se contagiaron, lo que les impedía presentarse a laboral. Esa falta de personal derivó en cancelaciones que a su vez provocaron caos en aeropuertos, particularmente de Ciudad de México.
Dado que, como en otras ocasiones, la nueva ola de contagios ha llegado a nuestro país luego de azotar en otras regiones, la pregunta es qué hizo el gobierno federal para paliar el nuevo embate, aparte de –como ha sido evidente– minimizar en público el arribo masivo de esta variante del coronavirus.
Fuentes del sector aeronáutico comentan que la Secretaría de Infraestructura, Comunicaciones y Transportes no se adelantó a la contingencia: no planteó a las aerolíneas una estrategia, o reuniones formales previas para definir los escenarios y las posibles medidas al respecto.
Es decir, el equipo de López Obrador vio las barbas del vecino estadounidense cortar y aquí ni la SICT, ni la administración del Aeropuerto Internacional de la Ciudad de México (AICM) se dieron a la tarea de diseñar una política que hiciera, para los viajeros y la industria, menos grave la contingencia.
En términos de salud, la pandemia ha sido una pesadilla para cientos de miles de familias de mexicanos. Sólo en números oficiales, que tienen un subreporte nada menor, la semana pasada se rebasaron las 300 mil muertes oficiales por este mal. Siendo esa faceta la más lacerante de esta emergencia global, no es menor lo que también se aprecia de la falta de atingencia gubernamental ante otros efectos por contagios de Covid-19.
La cara más visible del gobierno en el tema del caos por los vuelos cancelados la semana pasada fue la de la Procuraduría Federal del Consumidor. Claro que es bueno que la Profeco entre a defender a los viajeros que padecieron las consecuencias de las cancelaciones.
Pero las afectaciones habrían sido menos y menos gravosas si el gobierno hubiera tenido la previsión de demandarle a las empresas tener una planificación, y en la medida de lo posible ayudarlas a ejecutarla con orden y seguridad.
Cada una de las aerolíneas tendrá que responder por lo que hizo o no hizo para prevenir las cancelaciones por contagios. Pero, ¿dónde estaba el gobierno? La semana pasada, en la mañanera del martes, donde se supone que se habla del Covid-19, nada se mencionó de este tipo de preparativos. Y si ahí, que es donde ocurre casi la totalidad de la comunicación oficial de la administración, no se dijo nada, menos aún se ha visto el peso de la SICT en tratar de meter en orden lo que sucede en esta materia.
Incluso se echa de menos esa actuación al contrastar los altos números de cancelaciones entre Aeroméxico y sus competidores. Pareciera que ómicron le pega desproporcionadamente a la aerolínea del caballero águila. ¿Será?
La cuarta ola covidiana apenas ha alzado el impulso en nuestro país. Ojalá el gobierno asuma que le toca coordinar a los respectivos sectores para atenuar las consecuencias de los nuevos contagios. Porque para la gran mayoría de mexicanos no es una opción, y menos una sin consecuencias, el quedarse en casa al primer síntoma de enfermedad.