Al sumarse a la movilización nacional de este domingo, el Partido Revolucionario Institucional ha buscado el cobijo que le permita resistir la presión de Palacio Nacional.
Tras el éxito de las marchas de ayer en la capital y decenas de ciudades del país, liderazgos del PRI estiman que los equilibrios internos de este partido podrían activarse de forma que, a diferencia de lo que ocurrió en la ampliación de la seguridad militarizada, a la dirigencia del tricolor le resulte imposible ceder a las presiones y los chantajes del régimen para ordenar el apoyo en bloque a fin de cambiar la Constitución en materia electoral.
Por tanto, el margen de Alito Moreno luego de que cuadros priistas fueron parte de las vistosas marchas que en el país pidieron evitar cambios en comicios y representación quedaría muy reducido. La esperanza en el tricolor es que Andrés Manuel López Obrador se dé por satisfecho con la salida de los cuatro consejeros en abril en el entendido de que, al quedar a partir de entonces el INE con sólo siete integrantes del Consejo General, cuatro de ellos nombrados en este sexenio, acepte que también gana sin cambiar la Constitución.
Esta especie de empate minimiza el riesgo de que Morena pretenda socavar la equidad y confiabilidad electorales no sólo tripulando a un Consejo General de sólo siete miembros y en el que tiene cuadros afines, sino que el régimen emprenda modificaciones a leyes secundarias mediante las cuales someta más al árbitro. En ese sentido, la consultora Integralia ha señalado que se podrían cambiar reglas de fiscalización, tiempos de radio y televisión, multas y propaganda gubernamental.
Sin embargo, el PRI debería estar consciente de que tan pronto como hoy en ese instituto volverán a sentir el apretón de Palacio Nacional, pues tanto el Presidente de la República como el secretario de Gobernación declararon la semana pasada que su reforma electoral va, que no aceptarán negociar sus términos y que será sometida a votación pronto.
La vistosidad de lo ocurrido este domingo sólo incitará en AMLO el deseo de redoblar esfuerzos para demostrar que tiene el respaldo de la población en esta reforma, cosa que evidenciará con encuestas y llenando el Zócalo. Y, en paralelo, acercará de nuevo el fuego a los priistas rejegos para que comprometan los votos necesarios para la respectiva modificación constitucional.
Es poco viable, pues, el escenario de que el Presidente de la República escuche a los que ayer se manifestaron, como hace lustros no ocurría, en su contra. Y por tanto lo único esperable es que sirva de muy poco la maniobra del PRI de escudarse en el rechazo de parte de la ciudadanía a que se toque al INE.
Con o sin priistas, lo que sí ha iniciado este domingo es una nueva fase de movilización política de quienes buscarán la continuidad del régimen y de quienes pretenden que éste no gane las siguientes elecciones. Y no por haber marchado con la ciudadanía ayer quiere decir que el PRI ya definió, sin vacilaciones, el bando en el que estará de aquí a 2024.
Ayer el tricolor buscó nutrirse del vigor de un hartazgo ciudadano que les ha rebasado y que busca conducción. Pero si el PRI vuelve a ceder ante AMLO, desfondará la última oportunidad que tenía de no ser en definitiva el próximo apéndice de Morena.
Este domingo el PRI respiró algo de la fuerza que en 2021 le ayudó a ganar diputaciones y alcaldías. Mas si traiciona de nuevo a esos votantes antilopezobradoristas, su pretendido empate terminará en gran derrota.