Es bien complicado explicarle a un millennial que hubo una vez un tiempo no muy lejano en que este país casi creyó haberse liberado de la manía de tener que recordar en cada plaza, edificio público –y en no pocos privados–, en cada calle y en cada camino, que debíamos agradecer al tlatoani sexenal por los favores recibidos… del gobierno.
Ahí va uno, muy orondo, a decirle al millennial que cómo no, que claro que este país se ha superado, tanto que incluso logramos, oh patria querida, la promulgación en 1983 de un decreto para que ya no se pudiera poner en letras de bronce el nombre del excelentísimo señor presidente en la respectiva placa que daba cuenta de ese parteaguas histórico llamado inauguración oficial.
Todo va bien en la explicación hasta que uno agarra carretera y se topa con tamaños letrerotes en la México-Toluca que chillan de emoción: “Gracias señor presidente por esta carretera”.
Chale chale chale, le dice uno a mimismo. Rápido, piensa en algo, responde mimismo, que espoleado por el superyó hace todo lo posible por no quedar mal con el vástago millennial.
“Úchale, tenían que ser los mexiquenses”, improvisa uno para salir del paso, “mira nomás hasta donde llegan con su weloveyouhenry”.
Claro que uno repara en que los anuncios son firmados por los de la Cámara Mexicana de la Industria de la Construcción (CMIC) y mimismo se queda con la duda de qué carambas eran realmente esos anuncios: ¿un retorno al pasado? ¿Incontinencia empresarial frente al poder? ¿El nuevo slogan del nuevonuevo PRI? ¿La novísima versión del nomeayudescompadre?
El tema se torna relevante al amanecer de un terrible miércoles en que un padre y su hijo ven su ruta, y lamentablemente también su vida, interrumpida por un descomunal hoyo en la mitad de una autopista de esas de “gracias señor presidente”.
Porque ayer ocurrió no un accidente, sino la resultante lógica de la negligencia gubernamental.
En una autopista que este gobierno con jactancia inauguró hace apenas tres meses, dos morelenses perdieron la vida ayer mientras el secretario del ramo culpaba a la lluvia y al azar de lo que en realidad se encuadra como un monumental fallo de la Secretaría de Comunicaciones y Transportes.
Empecemos de nuevo. Expliquemos a los millennials que este gobierno, para empezar, dio la obra del Paso Express por Cuernavaca a una empresa, Epccor, derivada de otra, Gutsa, que ya había sido manchada con escándalos, e inhabilitaciones, por la infame Estela de Luz. Y que cuando tal cosa fue denunciada, la SCT de Gerardo Ruiz Esparza defendió la licitación (http://bit.ly/2tKDqBs). Ese mismo gobierno que desoyó llamadas de alerta por el drenaje que ayer desfondó a la autopista.
Así esta SCT: trabajamos para ustedes en la construcción de pretextos ante cada crisis. Que si OHL, mentiras. Que si Higa, inquina. Que si los dobles remolques son ilegales y una amenaza reiteradamente cumplida, ustedes quieren detener el desarrollo del país.
Pero el destino alcanza a todos. Y, precisamente, en una carretera consagrada con el “Gracias señor Presidente” ocurrió una tragedia que no debió ocurrir.
Preguntas: quién puso esos letreros de gracias señor Presidente. ¿No habrá sido obra del secretario Ruiz Esparza? ¿La CMIC acepta la paternidad de esa lambisconería? Y luego de la tragedia, ¿quién va a responder por el socavón? ¿El Presidente?
Ayúdenos señor Peña Nieto a explicar a un millennial, y a las familias de la víctimas de ayer, que este México chafa no es lo que merecen. Y que no es a usted a quien hay que agradecer el socavón.