Si hoy hubiera elecciones para diputados federales, preguntó El Financiero en enero a los ciudadanos, ¿por qué partido votaría usted? 38% respondió que por Morena, por el PAN 11%, por el PRI 10% y por el PRD sólo 3%. Y 33% confesó que por ninguno o que aún no sabe. Ahí se ubica su humilde servidor. ¿Y ustedes?
A 120 días de los comicios para renovar San Lázaro, esta encuesta de Alejandro Moreno, publicada ayer, pinta un escenario prometedor para el gobierno federal.
La oposición más tradicional no le pisa los talones a Morena. En cambio, los indecisos o rejegos suman hoy un tercio de los votos. Si esos votantes se quedan en casa el 6 de junio, el presidente López Obrador seguirá sin oposición en San Lázaro.
¿Puede Andrés Manuel en los meses por venir hacer algo para convencer a votantes escépticos de que elijan a candidatos oficialistas a la Cámara de Diputados? Si un milagro ocurre con respecto a la vacunación, y/o si encarcela a un verdadero pez gordo de la corrupción prianista –o morenista (no se rían)–, igual y cosecha aún más distritos. Veremos si el desastroso arranque de la aplicación de las vacunas se corrige, o si la Fiscalía General de la República abre carpetas para montar más shows.
Pero quienes la tienen más difícil son los partidos opositores. Demos por bueno un balance de extremos: digamos que el gobierno de AMLO es un desastre por donde se le vea de forma tal que la ciudadanía quiere un cambio del cambio. Pues la encuesta dice que la tercera parte de los votantes hoy no quiere a Morena… pero tampoco al PAN, al PRI o al PRD.
¿Qué tendrían que hacer entonces esos partidos para convencer votantes? Una respuesta tiene varios meses cocinándose y es la que formula que es momento de una alianza prianperredista. El factor de unión de esos contrarios es que López Obrador es tan peligroso que merece dejar a un lado históricas diferencias y apelar a que los electores busquen, ante todo, detener los cambios que ha emprendido en diversos campos el gobierno.
Es decir, ellos quieren ser, ante todo, un vehículo para los frustrados o asustados con el Presidente. Pero además de canalizar ese sentimiento antigubernamental, ¿proponen algo distinto al pasado que ellos representan? La respuesta es evidente: no.
Por ejemplo, el Partido Acción Nacional ha puesto en el lugar número uno de su lista de plurinominales a Jorge Romero. Es una señal inequívoca. El PAN detesta a López Obrador, pero sin duda odia más aún la idea de cambiar, de pagar el costo de empezar de nuevo, de sacudirse perfiles cuyo descrédito no puede ser minimizado.
Si en la coyuntura actual, una sin duda grave pues el Presidente amenaza lo mismo al Banco de México o a la prensa crítica, los panistas creen que su lista de candidatos debe ser encabezada por alguien como Romero, entonces lo que tienen claro los votantes escépticos es que el PAN lo que pretende es sólo seguir explotando una franquicia rentable, pero no convertirse en referente de un futuro que no incluya prácticas de corporativismo electoral, acuerdos cupulares, impunidad pactada y retórica hueca.
Un voto por el PAN que privilegie a Romero es un voto desperdiciado, un voto por el peor panismo de la historia.
Con decisiones así, el PAN difícilmente captará más del 11% que ya tiene. Que les aproveche. Pero sólo un favor: que luego no critiquen a AMLO, pues con sus listas son todo lo que el tabasqueño dice de ellos.