César Yáñez no estaba desempleado ni mucho menos. Tampoco fuera del gobierno o lejano a éste. A pesar de eso, el anuncio de ayer, de que se integra a la Secretaría de Gobernación, sí constituye una rehabilitación, pero sobre todo un mensaje de la fortaleza del titular de Bucareli, aspirante a la candidatura presidencial y operador máximo de Andrés Manuel López Obrador.
En 2018, Yáñez fue relegado de los reflectores, aunque no expulsado del círculo del poder: luego de su famosa boda, su relación con AMLO se enfrió, pero el que no siguiera en comunicación social también se debió a que él mismo había pedido al tabasqueño iniciar el sexenio en una tarea menos demandante, para así disfrutar de su nueva vida familiar.
El Presidente lo tuvo estos tres años y medio en el staff de la Presidencia hasta que, este miércoles, fue enviado a la Subsecretaría de Desarrollo Democrático, Participación Social y Asuntos Religiosos.
César, colimense de origen y uno de los personajes que más ha acompañado a López Obrador desde los años noventa, obtiene con este encargo mayor visibilidad, es cierto, mas el ganador inmediato de este movimiento es Adán Augusto López Hernández, cuyos momios en la sucesión crecen al incorporar al histórico vocero de Andrés Manuel.
Porque si el nombre del juego en Gobernación es operar políticamente, tanto dentro como fuera del movimiento, la agenda del Presidente, pocos como César podrían interpretar mejor la sintonía que Adán Augusto y López Obrador han logrado.
De esta forma, y con apenas 10 meses cumplidos en Bucareli, López Hernández sigue consolidando su perfil como el funcionario indispensable del entorno de Andrés Manuel.
En ese corto periodo, el paisano del Presidente se ha constituido como un mariscal de campo de Morena, el negociador principal con otros poderes y con la oposición, un intérprete autorizado del evangelio lopezobradorista y, por supuesto, como una opción real en la lucha rumbo a 2024.
En la entrevista de Adán Augusto con La Jornada publicada ayer, destaca, por un lado, su advertencia a ¿Ricardo Monreal? (al que no menciona, pero parece dedicarle esta frase: “Percibo posturas muy personales que pueden, sí, terminar intentando dañar al movimiento”), como la ratificación de que para él AMLO es el origen y el destino del movimiento, y que lo que seguiría el próximo sexenio es “una evolución dentro de la cuarta transformación, y eso significa, pues, consolidar todo lo avanzado, por eso el Presidente habla de un relevo generacional”. Bordeando en el vituperio, ¿estaba ensalzando su lealtad e incondicionalidad?
En lo del relevo generacional –para que las apariencias no resulten engañosas–, de las tres corcholatas, Adán Augusto es el de menor edad: un año menor que Claudia Sheinbaum, cuatro que Marcelo Ebrard.
Quien crea que López Hernández está lejos de la candidatura morenista porque hoy aparece muy abajo en las encuestas, no tiene presente que, en 2004, un personaje como Felipe Calderón tuvo un dígito de preferencia en los sondeos.
Y, al igual que AMLO, Adán Augusto también es afecto a los símbolos. La entrevista con La Jornada estuvo condicionada, según publicó el diario, a que no fuera en el despacho; así que se dio en la calle, en el Centro Histórico, en un café y en Madero, vía que desemboca en el Zócalo, y recurso, andar a pie, que daba un mensaje de sencillez y hasta de cercanía con la gente que lo reconoció.
Mala semana para Sheinbaum. Primero, la encuesta de El Financiero, donde Ebrard le saca ventaja. Y ahora el fortalecimiento del primo entre pares.
López Hernández sigue consolidando su perfil como el funcionario indispensable