Dos investigaciones periodísticas de los últimos días exhiben una realidad que heredará el próximo gobierno federal: la corrupción en este sexenio estuvo lejos de ser excepcional, de recibir un castigo ejemplar o incluso de verse obligada a “innovar”. Es la de siempre.
Comienzo con la revelación de Arturo Ángel. Periodista fogueado en Animal Político donde fue artífice de los reportajes que desnudaron los corruptos tentáculos mediante los cuales el priista Javier Duarte se convirtió en símbolo de impunidad, regresa con un golpe periodístico.
Auspiciado por la organización Tojil, el reportero expone en Emmequis cuán lejos se quedó la oferta del gobierno de Andrés Manuel López Obrador y de su fiscal a modo, Alejandro Gertz Manero, de hacer justicia en la estafa maestra.
Con el sugerente título de La estafa de la estafa, Arturo revela los nada sofisticados mecanismos con los que perpetradores clave de la llamada estafa maestra garantizaron impunidad mediante sobornos.
Se cumple en este caso una cínica y nada novedosa conseja: si robas, que sea mucho, así te alcanza para que los abogados te saquen de problemas.
Exfuncionarios que al amparo de Rosario Robles perpetraron algunos de los fraudes más sonados de la estafa maestra habrían, según muestra Arturo, pagado para que el juicio se cayera.
Los detalles del reportaje se conocen desde el martes, y quien guste puede leerlos en corruptometro.tojil.org
La estafa maestra –esos millonarios desfalcos desde dependencias gubernamentales en tiempos de Peña Nieto en los que se evitaba licitar servicios que no se iban a hacer entregando esos contratos a entidades públicas como universidades o sistemas estatales de radio y tv– se convirtió en un tema de la campaña que llevó a la Presidencia a López Obrador.
Pero hoy es mucho más que la marca de una administración peñista plagada por la frivolidad y la corrupción.
Una campaña presidencial y un sexenio después, la estafa maestra es aún más indignante: el poderoso Presidente que prometió que combatiría la corrupción tuvo ese caso a modo y simplemente fue incapaz de lograr que sus autores fueran castigados, que el patrimonio esquilmado se recuperara y que se demostrara que la impunidad no campea en México.
Corruptos 1, AMLO 0.
El otro reportaje es precisamente de Animal Político y no queda sino pensar que el destino se burla de nosotros. De nuevo ese portal revela que (otra vez) el gobierno (es un decir) de Veracruz tiene un esquema para acometer burdos desvíos… como si Duarte nunca se hubiera ido.
Cuitláhuac García dejará la gubernatura de Veracruz, que se renueva el domingo, en medio de este escándalo (y otros). La investigación periodística pone sobre la mesa un aparato para desviar recursos en el que se usaron a personas pobres para montar empresas fachadas. Ni originales son los corruptos de hoy.
El reportaje no deja espacio a duda. Los que se decían distintos, los que prometieron una honesta manera de ejercer el poder, son pillados en lo mismito que denunciaron.
¿A quién sorprenden estas revelaciones? A pocos, sinceramente. Por ello los reporteros han de insistir en documentar excesos del poder que, como queda claro, iguala a todos, o al menos desnuda a esos que ya eran iguales y sólo esperaban su oportunidad para abusar.
Una cosa sí es distinta hoy. En la campaña que ayer terminó se habló de que hay en la cárcel gobernadores priistas y panistas. Exacto. Los de antes al menos intentaban tapar el Sol con un dedo y metían a uno o dos al bote, los de hoy, ni eso. Son más cínicos.
Corrupción 2, AMLO 0.