El estudioso Jan-Werner Müller publicó en 2016 el libro What is populism?. Grano de Sal editó en 2017 en México la versión en castellano de ese volumen.
Luego de las declaraciones de ayer del presidente Andrés Manuel López Obrador, de que buscará una mayoría legislativa para hacer que los impartidores de justicia sean elegidos por voto popular, conviene reproducir algunos párrafos expuestos por Müller.
Juzguen ustedes si las de AMLO no son jugadas calcadas del manual del populismo, desde arrogarse la única representación legítima del pueblo hasta colonizar los órganos del Estado para anular contrapesos como el Poder Judicial cambiando la Constitución.
Buena parte de lo que enseguida se cita, mas no todo, es en referencia de políticos populistas húngaros o polacos. Esto es lo que expone Müller:
-Para los populistas no hay ningún problema con la representación, siempre y cuando los representantes correctos representen al pueblo correcto para hacer un juicio correcto y, en consecuencia, hagan lo correcto.
-Puede denominárseles “enemigos de las instituciones”, aunque no de las instituciones en general: son ante todo enemigos de los mecanismos de representación que no reivindican su derecho a una representación moral exclusiva (del pueblo).
-Los populistas en el poder invariablemente recurren al argumento de que son los únicos representantes legítimos del pueblo y que, además, sólo una parte del pueblo es en efecto el pueblo real y auténtico que merece apoyo así como, en última instancia, un buen gobierno. Esta lógica puede manifestarse en tres formas diferentes: un tipo de colonización del Estado, clientelismo de masas y lo que los politólogos llaman a veces “legalismo discriminatorio” y, finalmente, la represión sistemática de la sociedad civil.
-Uno de los primeros grandes cambios que buscaron (el húngaro) Viktor Orbán y su partido Fidesz (Alianza de Jóvenes Demócratas) fue la transformación de la ley de la función pública para que el partido pudiera colocar simpatizantes leales en lo que tendrían que haber sido puestos burocráticos imparciales. Tanto Fidesz como el partido (polaco) Ley y Justicia de Jaroslaw Kaczy?ski también se dieron prisa para movilizarse en contra de la independencia de los tribunales, enmendaron los procedimientos judiciales existentes y nombraron nuevos jueces. Donde parecía difícil reestructurar el sistema entero, como era el caso de Polonia, la paralización del Poder Judicial se mostró como una aceptable segunda opción para el partido en el gobierno.
-El populismo distorsiona el proceso democrático. Y si el partido en el poder tiene una mayoría suficiente, puede promulgar una nueva Constitución justificada como un esfuerzo de apropiación del Estado para los “verdaderos húngaros” o los “verdaderos polacos”, en contraste con las élites poscomunistas o liberales que supuestamente le roban al pueblo su propio país.
-En la construcción de la maquinaria constitucional más técnica, claramente el objetivo era la permanencia de los populistas en el poder. Se introdujeron (en el caso húngaro) límites de edad y cualificaciones para los jueces con el fin de destituir a quienes no estuvieran en sintonía con el partido populista en el poder, se rediseñaron las competencias de la Corte constitucional…
-El ideal populista se convirtió en realidad fortaleciendo al Poder Ejecutivo y debilitando al Poder Judicial, y colocando figuras partidistas en puestos judiciales. Así, las nuevas constituciones fueron una decisiva ayuda en el proyecto de “ocupar el Estado”, mientras el cambio a una nueva Constitución justificaba el reemplazo de los funcionarios existentes.
-La Constitución deja de ser un marco de referencia para la política y en su lugar se convierte en un instrumento meramente partidista para capturar el sistema político.
Así de clave la elección de 2024.