Sin estar en la boleta electoral, Andrés Manuel López Obrador estuvo virtualmente en las papeletas para votar en todo el país. Asimismo se puede afirmar, de acuerdo con los resultados preliminares, que el Presidente logró arrastrar a su partido Morena a victorias electorales importantes, al tiempo de cohesionar un frente opositor contra su poder omnímodo, que más allá de cómo quede finalmente el cómputo, la correlación de fuerzas se realineó lo suficiente para impedir que López Obrador tenga un día de campo durante el segundo tercio del sexenio y que la elección presidencial de 2024 esté abierta.
Las elecciones fueron más cerradas de lo que anticipaban las encuestas, aunque la semana pasada en Palacio Nacional, López Obrador y un grupo de operadores político y electorales diagnosticaron lo que iba a suceder, anticipando una victoria garantizada en cinco gubernaturas, una derrota en cinco y sobre las cinco restantes había total incertidumbre. Los resultados preliminares de esos comicios se acercan a los cálculos presidenciales, y coinciden en apuntar la mayoría simple en el Congreso. La encuesta de salida de El Financiero dio una diferencia de sólo cuatro puntos de la coalición del gobierno sobre la alianza opositora.
Los resultados no son buena noticia para el Presidente, si el análisis no se hace bajo la óptica cuantitativa de victorias y derrotas, sino de cómo la oposición fue creciendo y colocando en apuros al Presidente, el jefe electoral de Morena, desde cuyas oficinas en Palacio Nacional se diseñó la estrategia. Por ejemplo, dos cartas de último momento se jugaron para frenar la caída del voto: el anuncio de vacunación anti-Covid a todos los mayores de 18 años en los municipios de la frontera norte el viernes, y la captura del exgobernador de Nayarit Roberto Sandoval, filtrada a la prensa poco antes de abrirse las casillas este domingo.
Aun así, a juzgar por los resultados preliminares, no fueron suficientes. El Presidente puso en alerta al gobierno federal, y en el búnker de la Secretaría de Seguridad federal se utilizó toda la tecnología para combatir al crimen para hacer un monitoreo electoral, lo que mostró la preocupación que tenía López Obrador. Los datos que le entregaron no fueron diferentes a los de las encuestas de salida de los medios, que dibujaron con claridad una elección clasista, pero no en los términos maniqueos del Presidente de ricos y pobres, sino con mayor complejidad.
De acuerdo a las cifras preliminares, hubo un giro importante de voto entre las clases medias y altas –casi 8 millones de personas en ese segmento que votaron por López Obrador y su partido en 2018–, que en un número aún indeterminado le dieron ahora la espalda. Los resultados para la gubernatura en Nuevo León, en las alcaldías en el poniente de la Ciudad de México y los municipios mexiquenses conurbados en el noroeste, principalmente, reflejan ese corrimiento de dicho grupo social.
La magnitud de la pérdida de apoyo del partido en el poder por parte de los aliancistas, o visto desde otra óptica, la resiliencia de la imagen del Presidente pese a los terribles resultados en seguridad y economía como consecuencia de sus políticas, tendrán que ser revisados cuando se dé el cómputo final del Congreso y gubernaturas. Sin embargo, la manera como se cerraron las contiendas explica mejor el fenómeno del realineamiento político nacional que se empezó a notar en febrero, cuando reiniciaron las encuestas en vivienda tras la pandemia del coronavirus, que registraron que el voto de clases medias y altas que se habían sumado a López Obrador y votaron en bloque por Morena al Congreso hace tres años, lo empezaba a abandonar.
En la capital federal se cerraron las contiendas en las alcaldías Cuauhtémoc –donde cayó el respaldo en colonias lopezobradoristas en 2018 como la Condesa–, Miguel Hidalgo y Álvaro Obregón –con la masiva participación de las clases medias y altas en las dos primeras horas de la jornada–, y otros bastiones en poder de Morena, como Coyoacán y Tlalpan. A esa lucha hay que añadir la que se libró en los municipios conurbados al poniente de la Ciudad de México –Atizapán, Cuautitlán, Huixquilucan, Naucalpan y Nicolás Romero–, donde se apuntan victorias para la oposición.
La rectificación del voto en un amplio sector de clases medias y altas se reflejó también en las cinco circunscripciones federales, donde más allá de cómo quede la composición del Congreso, hubo un crecimiento muy fuerte de la oposición en todas ellas, con notorios incrementos en su respaldo. El clasismo en esta elección tuvo también otro tipo de expresión más sorprendente, como se vio en Guerrero, donde la oposición dio una fuerte pelea a Morena con el apoyo de los grupos más marginados, los pobres de los pobres, que abandonaron a López Obrador y a su partido por decepción ante el incumplimiento de las promesas de campaña, que capitalizó el PRI.
Desde las seis de la tarde de ayer comenzaron a difundirse las encuestas de salida de los partidos y los medios de comunicación, declarando victorias y derrotas. Esa carrera de triunfos, sin embargo, exhibió lo más trascendente de la jornada electoral, que fue la consolidación de una fuerza opositora a López Obrador que se ubicará alrededor del 40%.
La elección de este domingo requiere de información pormenorizada para poder entenderla plenamente. Sin embargo, la primera lectura de los resultados preliminares es que la oposición, hasta hace seis meses inocua, surgió como una fuerza con enclaves muy fuertes en la zona industrial en el centro y norte del país, así como el corredor del poniente de la Ciudad de México y los municipios mexiquenses conurbados en el corazón político y económico del país.
Estos resultados no serán del agrado del Presidente, que esperaba arrasar como hace tres años. Pero le perdió el miedo la oposición y se fastidió un amplio segmento de la sociedad que lo apoyó en 2018, que votó por la democracia, los contrapesos, la pluralidad y que el juego político no sea de un solo hombre.