El fiscal Alejandro Gertz Manero puede estar tranquilo. El presidente Andrés Manuel López Obrador salió ayer a apoyarlo decididamente tras la difusión de unos audios donde habló abiertamente de probables delitos cometidos por él y por su equipo, y comprometió la independencia de la Suprema Corte de Justicia. Gertz Manero encontró en la fijación del Presidente de que todo lo malo que sucede a su gobierno obedece a una conspiración porque quieren descarrilar su gobierno el salvavidas que necesitaba. Por segunda ocasión en menos de tres meses, Gertz Manero respira y sale más fortalecido, con el salvoconducto presidencial de que puede hacer lo que quiera. Ominosos son hoy los tiempos de la justicia mexicana.
Gertz Manero ha caminado sobre aguas pantanosas desde que le declaró la guerra a su examigo, Julio Scherer, el consejero presidencial que lo promovió para el cargo de fiscal general, por no querer influir en la Suprema Corte para que atrajera el caso de su denuncia por homicidio en contra de su familia política –situación que el exfuncionario niega públicamente–, pero no ha cejado en su empeño para lograr, mediante acusaciones contra una decena de abogados, que lo imputen y pueda procesarlo.
La primera vez que sintió que el Presidente podría considerar su cese fue en diciembre, cuando su amigo desde que fueron diputados de Movimiento Ciudadano hace más de una década, el exsecretario técnico del presidente de la Junta de Coordinación Política del Senado, José Manuel del Río Virgen, lo puso en contacto con los senadores más influyentes, en el contexto de que, si bien López Obrador podía cesarlo, era el Senado el que debía ratificar la decisión o rechazarla.
Algunos senadores hablaron con él personalmente y otros por teléfono, pero todos escucharon su preocupación ante su eventual salida de la fiscalía. Le dijeron que no habían recibido ninguna notificación del Presidente, y que su cese no estaba en la agenda del Senado. Gertz Manero quedó tranquilo, aunque días después el gobierno de Veracruz detuvo a Del Río Virgen, acusado de homicidio. Hubo quien interpretó la captura como un mensaje al fiscal, pero gradualmente se vio que había sido un mensaje para Monreal.
La difusión de los audios debió haberle causado una sensación todavía más profunda sobre su posible salida. Quedó expuesto a la formulación de una acusación por presunto peculado, prevaricato, tráfico de influencias y uso indebido de sus funciones. Pero el presidente López Obrador ni siquiera habló de esta aberración jurídica. Se refirió al tema que esconde la guerra con Scherer, la próxima audiencia del pleno de la Suprema Corte de Justicia donde revisarán los amparos interpuestos por su excuñada y su hija, para recuperar la libertad.
Ciertamente de eso trataban los audios, una llamada interceptada ilegalmente donde Gertz Manero se quejaba con el subprocurador especializado en Delitos Federales, Juan Ramos, de que el proyecto de dictamen del ministro Alberto Pérez Dayán le allanaba el camino a la libertad a sus familiares políticos y afirmaban que había incumplido con su palabra. También dijo que el proyecto se lo envió el ministro, quien violaría también la ley, aunque fuentes judiciales han puesto en duda que Pérez Dayán se lo haya proporcionado. Habló con desprecio de él y del presidente de la Corte, Arturo Zaldívar, a quien dibujó como cómplice. Fuentes cercanas a él rechazaron la caracterización.
López Obrador esquivó con irresponsabilidad política el tema, al decir que competía al Poder Judicial, y que si el fiscal hablaba mal de los ministros, él mismo no tenía una buena opinión de ellos. Al volverse a colocar al lado del fiscal, López Obrador humilló a Zaldívar, quien se ha desvivido por quedar bien con el Presidente.
¿Cuál es la fuerza de Gertz Manero? Es un hombre inmensamente poderoso, dotado –gracias a las reformas promovidas por Scherer– de un poder casi absoluto. Con todos los recursos a su disposición, puede utilizarlos como le plazca, como ha sido el abuso de poder contra su familia política. Pero también puede emplearlos de manera disuasiva.
Gertz Manero tiene abiertas carpetas de investigación en contra de varios ministros de la Corte, o sus familiares, como es el caso del hijo de Pérez Dayán, por un presunto delito de factoraje. Hay otra contra el esposo de Margarita Ríos Farjat, donde ella queda involucrada en un probable delito de conflicto de interés, por presuntamente haber bloqueado el cobro de impuestos a Femsa, donde trabajaba su esposo, cuando era jefa del SAT. Una investigación vieja contra el ministro Luis María Aguilar fue reabierta recientemente.
Contra Zaldívar no hay nada explícito, pero causó sorpresa que después de un desayuno que tuvo en su oficina con Gertz Manero –quien prácticamente no ha salido de su casa durante la pandemia– el 9 de febrero, se informó el ejercicio de no acción penal contra Carlos Alpízar, hombre de confianza de Zaldívar y secretario del Consejo de la Judicatura Federal, y Alejandro Ríos Camarena, secretario ejecutivo de Administración de la Judicatura –quien renunció en enero–, por una denuncia anónima de corrupción. Sin embargo, el no ejercicio se dictaminó 10 días antes del desayuno.
López Obrador expresó ayer nuevamente su confianza en el fiscal y dijo ver tintes políticos para que saliera del cargo. No va a suceder. El Presidente decidió que era mejor acuerpar a Gertz Manero que a ceder ante lo que ve como una embestida de sus enemigos, sin atender lo que puede convertirse en el problema más grave de su gobierno, porque estos pleitos políticos que mencionó ayer son internos, donde los involucrados en el conflicto tienen, o tenían, acceso al despacho presidencial.