Trevilla fue parte de la terna que presentó el general Sandoval a la presidenta electa, donde se encontraban los generales García Rincón y Fernando Aguirre O. Sunza, quien estaba siendo muy cuidado por el equipo de Sheinbaum para impulsarlo al cargo. García Rincón se comenzó a acercar a Omar García Harfuch, que será el próximo secretario de Seguridad Pública, lo que molestó a Sandoval, aunque no lo suficiente para cambiar de delfín. Trevilla era cercano a Sandoval, que lo hizo jefe del Estado Mayor Conjunto de la Defensa Nacional, pero la apuesta que hizo el secretario y su incondicional secretario particular, el general Javier Montejano Andrade, amigo también de él, por García Rincón hizo que se distanciara de ellos.
El aún jefe del Estado Mayor Conjunto de la Defensa Nacional tenía, sin embargo, el cobijo de un importante grupo de generales, en activo y en retiro, donde destaca el general Salvador Cienfuegos, exsecretario de la Defensa Nacional, que ya había mostrado su músculo, cuando fue detenido por la DEA en 2020.
López Obrador, con el silencio del general Sandoval, definió la detención como “una muestra inequívoca de la descomposición del régimen, de cómo se fue degradando la función pública durante el periodo neoliberal”. Su afirmación, como se publicó en su momento en este espacio, provocó una rebelión dentro del Ejército.
Diecinueve generales en activo y retirados le exigieron a Sandoval salir en defensa de Cienfuegos, en lugar de quedarse callado ante las afirmaciones ligeras e irresponsables del Presidente –la acusación contra Cienfuegos era absurda e ilógica–, lo que obligó al secretario a plantear a López Obrador lo que estaba sucediendo en Lomas de Sotelo, quien se asustó tanto que reculó y giró 180 grados.
Pero Sandoval quedó dañado y perdió definitivamente el consenso interno, que se había estado deteriorando por la forma como accedía a las propuestas del Presidente para convertir al Ejército en constructor y a sus miembros en albañiles, vacunadores, policías de crucero, administradores de puertos y aeropuertos, de trenes y líneas aéreas, vaciándolos de sus funciones y entregando la mitad de su fuerza operativa a la Guardia Nacional, un cuerpo paramilitar que no ha resuelto el problema de la inseguridad ni la violencia.
La designación del general Trevilla no cambiará este estado de cosas. De hecho, el próximo secretario de la Defensa supervisaba al jefe de la Guardia Nacional desde que se creó y era quien le llamaba la atención por sus errores. Sandoval, en la recta final de la sucesión, quiso quemarlo permitiendo que en una mañanera, en julio, Trevilla admitiera que el fracaso de la seguridad en Guerrero era responsabilidad suya. La Guardia Nacional se quedará en la Defensa y el próximo secretario de Seguridad no podrá hablar directamente con su jefe, sino a través de Trevilla.
Hacia el interior de la Defensa, el nombramiento deberá terminar con el conflicto interno. Trevilla era el relevo natural, por mérito y antigüedad, en la institución, porque García Rincón, que pertenece a la de Sandoval, significaba volver a eliminar a toda una generación de generales con aspiraciones, como hizo López Obrador al escoger a Sandoval por encima de 21 generales con más carrera y experiencia, provocando divisiones e inconformidades en Lomas de Sotelo.
Pero lo más importante es el nombramiento que al final logró Sheinbaum, el más importante de su administración por lo que representa el Ejército hoy en día en la vida pública de México, cortándole una extensión de poder transexenal a su mentor.