Hacia dónde se debe mirar después de lo sucedido la semana pasada en diversos estados del país, cuando el crimen organizado dejó un saldo de 314 personas muertas entre civiles, uniformados y criminales. Todo ello en un lapso de 5 días y 4 noches.
Es un parteaguas desde que Felipe Calderón inició su fallida guerra contra el narcotráfico, y por supuesto de este sexenio. No porque antes no se hubieran observado escenas de violencia extrema, que dejaran profundamente vulnerables a nuestras sociedades, sino porque en la evidencia nuevamente se presentan actos terroristas, aún no se logran revertir las altas cifras de homicidios, y se sigue usando la misma estrategia de enfrentar al crimen organizado desde el poder de las Fuerzas Armadas.
Aún recordamos con pavor, cuando en 2008 se perpetró el ataque terrorista producido con dos granadas de fragmentación, lanzadas en la Plaza Melchor Ocampo, en el centro histórico de Morelia, en medio del jolgorio por las fiestas del 15 de septiembre. Esto sucedió en plena guerra declarada por Felipe Calderón. Muchos de los actuales promotores de la 4T clasificaban ese hecho como algo fuera de lugar, es decir, terrorismo o narcoterrorismo. Sentenciaban de forma contundente la incapacidad del gobierno en turno… y tenían razón.
A la fecha, la cascada de violencia e impunidad es una acumulación desde tiempo atrás. Hoy siguen libres las principales cabezas de los cárteles, se detienen a decenas de supuestos criminales que en horas posteriores son dejados en libertad, mientras que las Fuerzas Armadas de México siguen acumulando más poder. Poco ha cambiado desde entonces.
Ese es el tema de fondo que nos ocupa: ¿si estamos en medio de actos terroristas, nos debe de obligar a cambiar la estrategia? Pero antes definamos si lo vivido en Ciudad Juárez fueron actos terroristas. Si nos apegamos a pie juntillas a lo que dicen las leyes mexicanas, sí lo estamos.
En el artículo 139 del Código Penal Federal de México se afirma lo siguiente. Terrorismo: “A quien utilizando (…) explosivos, o armas de fuego (…) o por cualquier otro medio violento, intencionalmente realice actos en contra de bienes o servicios, ya sea públicos o privados, o bien, en contra de la integridad física, emocional, o la vida de personas, que produzcan alarma, temor o terror en la población o en un grupo o sector de ella, para atentar contra la seguridad nacional o presionar a la autoridad o a un particular, u obligar a éste para que tome una determinación.” Punto, no hace referencia en ningún momento sobre asuntos que tienen que ver con fines ideológicos.
Muchos de los que afirman, el día de hoy, que no son actos terroristas, se escudan en otro fundamento que puntualiza la RAE: “Actuación criminal de bandas organizadas, que, reiteradamente y por lo común de modo indiscriminado, pretende crear alarma social con fines políticos.”
Es decir, lo fundamentan al considerar que lo ocurrido en Ciudad Juárez, no fueron actos perpetradas como lo hizo, en su momento, ETA en España, o lo hace el Estado Islámico en la actualidad, y cuyos objetivos se desarrollan a partir de “fines políticos”.
Eso es muy relativo en estos momentos, ya que hay evidencias de que el narco pone y quita a políticos, financia campañas o actúa en territorios como gobierno. La RAE también define al terrorismo desde una forma más práctica: “dominación por el terror” o “sucesión de actos de violencia ejecutados para infundir terror”, es decir que para que sea “terrorismo”, no necesariamente tiene que haber de por medio “fines políticos”.
Pero más allá de la cruda realidad, que debe asimilarse tal cual es, nos estamos revolviendo en debates fatuos entre gobierno y oposición. Entre el pasado y el presente. Entre ideologías y rencores. El gobierno acusa a la prensa y a la oposición, y esta última al gobierno. Pero el culpable es uno: el crimen organizado, de ahí no debemos de salirnos, porque podría parecer que a quien se protege culpando a los demás, es justamente a los mafiosos.
No obstante, la responsabilidad de vencerlo es del Estado mexicano, ahora muy desorganizado. Y para ello se requiere de una adecuada estrategia, que por ahora sigue siendo cuestionable e insuficiente. Tomemos en cuenta que durante 2018, 2019 y 2020 los homicidios registrados estuvieron por arriba de los 36 mil por año. En 2021 bajó marginalmente a 35 mil 625, según el INEGI. Por donde se le vea, siguen siendo cifras estratosféricas, las peores registradas.
Si a esto sumamos que el gobierno minimiza la realidad: dicen que el fin de semana pasado ha sido uno de los mejores en cuanto a homicidios dolosos porque sólo hubo 196 muertes, entonces estamos en un serio problema de asimilación de la realidad, que ni el mejor integrante del club de los optimistas, se le ocurriría determinarlo así.
La ONU asegura que “nunca podremos derrotar a largo plazo al terrorismo a no ser que hagamos frente a las condiciones que propician su propagación.” En México aún estamos lejos de este objetivo, y al parecer sucede todo lo contrario, su propagación está en proceso de expansión.