Un insulto en modalidad de broma. Una ofensa camuflada en el chistorete nacional. Como el puto que se grita en el estadio. Esta vez el trending topic discrimina. El mexicano es así. Canjea fama por dignidad. Encumbra sólo para que en el centro del escenario no falte a quien agarrar a jitomatazos. La fiesta de XV años de Rubí es ya una burla nacional. A ella y a sus padres, pero sobre todo al México pobre, campesino y humilde.
Son los que tienen, o piensan tener, riéndose de los que no. Los memes con su sello de calidad. Agreden en buena onda. Convierten a sus protagonistas en celebridades.
México no quiere ir a esa fiesta. Si alguien lo hiciera, sería un gusto culposo para una sociedad elitista. Desde el principio ha sido un chiste clasista. No se viralizó por su gratuidad, sino por su extravagancia. Porque a ojos de la mayoría la invitación está llena de motivos para morirse de risa. O de nacadas, como decimos a diario.
Los grupos musicales presentados como si en verdad fueran celebridades, la chiva de diez mil pesos, el sombrero negro con camisa en azules variados. Elementos que juntos conforman un energetizante para el prejuicio de los mexicanos.
Rubí disfruta la fama. Se pasea por estudios de televisión, recibe ofrecimientos para sumar padrinos y provoca tumultos en cuanto aterriza en la CDMX. Quizás no entiende que el país se burla de ella. Que la idea de ver a campesinos posteando videos en Facebook resulta hilarante a la mayoría. Que hasta antes de su invitación muchos pensaban que en pueblos como La Joya no se abrían eventos en Facebook para confirmar la asistencia de los invitados.
Tampoco entiende que la chiva de diez mil pesos provoque tantas risas. Lo que para ella es normal, para otros forma parte de una celebración del submundo, de un México que nos atrevemos a ver sólo para ridiculizarlo. El esfuerzo de un padre por celebrar a su hija transformado en un show mediático sin escrúpulos, que en el fondo segrega entre supuestos mexicanos de primera y segunda categoría.
A Eruviel Ávila se le criticó por subirse a la fiesta de XV años de Rubí. O al mame, que es lo importante. Se le acusó con razón de olvidar los temas trascendentales para la agenda de su estado. Reducir los altos niveles de inseguridad, combatir la pobreza, erradicar la corrupción. Es, como cualquiera de la especie política, un oportunista que aparece donde el populismo lo demande.
Pero nadie se quejó del cinismo de los que lo atacaron. Como ciudadanos hicimos lo mismo. Olvidamos la cotización del dólar para hacer memes. Nos reímos tanto que llegamos a oídos de medios internacionales a los que hemos dejado claro que en México los temas son tres. Los políticos que roban, los muertos del narcotráfico y las pendejadas. No porque la fiesta de Rubí lo sea como festejo particular, pero sí como tema de relevancia nacional. Políticos y ciudadanos son irresponsables por igual.
Las bromas encierran verdades. La sabiduría popular siempre lo ha dicho. La burla a los XV años de Rubí es tan racista como un chiste de negros o gallegos. Si en México nos reímos del padre campesino que orgulloso atiende la tradición de celebrar a una quinceañera, no quedan argumentos para criticar al que nos hace menos bajo el estereotipo del huarache y el sombrero.
Otra vez un chiste declarándose inocente. Otra vez las risas a costa de otros. Otra vez los trending topics que nos desnudan. Somos un país clasista y racista. Un país de memes más que de acciones.