Una de las cosas que más le gusta a nuestro señor Presidente es la de contar algo en público, ya sea lo que él piensa que pasó en ciertos episodios de la historia (concretamente con Juárez y con Madero) o también ciertas anécdotas que se sabe o que alguien le contó cuando era chiquito –ésa puede ser la de que a Mussolini le pusieron Benito porque el papá del líder fascista admiraba al pastorcito oaxaqueño; esta remembranza la hizo el Presidente en una reunión de la ONU–. Pero también el Presidente es dado a hacer chascarrillos y revelar confidencias y cuenta en sus mañaneras, o en sus libros, lo que le pasó tal día con fulano, lo que le confesó sutano o lo que intercambió con perengano.
Tan sólo en estos primeros días de “septembaaaa” (cortesía de nuestra egregia y bilingüe embajadora) nos ha deleitado con algunas de sus AMLO-aventuras ¿De qué se tratan estas miniepopeyas que relata nuestro Presidente? Son breves relatos en los que se nos enseñan muchas cosas en un espacio y tiempo reducido. Por supuesto, tratándose del cura Andrés, todos tienen su moraleja: a los poderosos les va mal, los traicionan unos más malos que ellos, el bien siempre triunfa sobre el mal, y hasta los más encumbrados pueden morir por la voluntad divina. Y claro, todo eso pasa en México, sede del paraíso en la tierra y lugar donde esparce su gracia y beneficios nuestro Presidente. Así pues, que podemos imaginar versiones más largas de lo que nos contó. Aquí algunas a manera de ejemplo.
Peña y los empresarios. Pues resulta que el presidente saliente Enrique Peña le dijo al Presidente electo que los empresarios lo traicionaron. Sin duda una terrible situación para el ingenuo priista que nunca supo que los empresarios velaban por sus intereses y negocios y que no veían en él más que a un empleado. AMLO reaccionó rápido:
-¿Y qué esperabas? ¿Qué les dijistesss?
- No pues nada, simplemente me lo hicieron. Se lo comento para que no se fíe ahora que es Presidente.
- Chale. Es de que a mí nunca me han dado confianza. O sea, tienen dinero. Ya los chupó el diablo como dicen jajaja. Yo pensé que eran muy amigos ustedes.
- Ellos no tienen amigos, Presidente.
- Sícierto. Siempre lo he dicho. Pero mira, yo voy a ser tu amigo y como no soy empresario pues no te voy a traicionar. Soy pobre y no tengo nada, pero soy rico porque tengo mi palabra y eso vale.
Peña, ante esa poderosa enseñanza moral, se pone de pie con lágrimas y abraza al presidente López Obrador y promete nunca más volverse esclavo del dinero.
Slim en el helicóptero. Como sabemos al Presidente no le gusta subirse a las aeronaves. Lo hace a regañadientes. En una ocasión, según nos contó hace poco, iba con el magnate mexicano cuando “le tuvieron que dar una vuelta” a una tormenta. Podemos imaginar los rayos, los fuertes vientos que mueven el helicóptero. AMLO se levanta entre todos –como Jesús en la tormenta– y dijo:
-¡No paja nada! Hombres de poca fe. Ya se los dije en la pandemia y no hacen caso. Pero arrepiéntete de tus pecados, pinchi Carlos.
-Pus yo qué hice, ni me quería subir.
-Naaaa, eres bien ambicioso. y tienes mucho dinero como ricomacpato.
-Esto se está moviendo peligrosamente, no es de broma.
-Son señales del más allá para que te transformes, pa’ que veas que se siente gacho.
Finalmente bajaron gracias a los pilotos de la Fuerzas Armadas y el multimillonario se llevó la lección de que no todo es dinero, de que un viento te puede dejar sin nada y que esta vez se salvó porque iba con AMLO, pero ¿cómo le irá en la siguiente? Ya veremos.
Otra de las AMLO-aventuras es la del avión del Ejército que traía a Evo Morales y que esquivó un cohete que le lanzaron para derribarlo. No sabemos si lo esquivó por la fuerza moral del Presidente o si dieron volantazo y metieron reversa para escapar del mortal ataque. Pero eso seguro se nos aclarará en el próximo episodio de las aventuras presidenciales.