El gobierno de Donald Trump dio ayer muy malas señales al mundo y peores para los países que integramos el Tratado de Libre Comercio de Norteamérica (TLCAN).
Desde ayer, trascendió que hoy se haría oficial el anuncio de la imposición de aranceles al aluminio y acero exportados por México, Canadá y la Unión Europea a Estados Unidos.
Con todo y lo grave de este hecho, no es lo peor.
En marzo, cuando Trump anunció este arancel, señaló que algunos países serían exentados temporalmente.
En el caso de México y Canadá, señaló que la posibilidad de exentar definitivamente a los dos países dependería de la buena marcha de las negociaciones del TLCAN. Se dio un mes de prórroga, a lo que siguió otro mes, que vencía precisamente ayer.
Así que, el hecho de que haya decidido la imposición de los aranceles a nuestros países es el mensaje de que no cree que las conversaciones del TLCAN vayan por un buen camino.
Por la tarde de ayer, el primer ministro de Canadá, Justin Trudeau, reveló que buscó la realización de una cumbre con el presidente Enrique Peña y Donald Trump a realizarse esta semana en Washington, para llegar a un acuerdo.
Sin embargo, el vicepresidente de EU, Mike Pence, le dijo que si Canadá no aceptaba la cláusula de extinción automática del Tratado (Sunset Clause) no habría tal reunión… y desde luego, no la hubo.
Trudeau fue enfático y dijo que para Canadá era mejor un “no tratado”, que un “mal tratado”.
Luego del ‘balconeo’ de la intolerancia de la administración Trump, ayer por la noche, el presidente norteamericano se lanzó contra Trudeau y le dijo que se requería un Tratado ‘justo’ o no habría Tratado, en obvia respuesta.
“Los Estados Unidos han tenido un trato comercial desventajoso por décadas”, reclamó Trump.
Con este ambiente enrarecido, se ve virtualmente imposible que en el corto plazo pueda haber ninguna clase de acuerdo.
Así que, al llegar hoy el mes de junio, podemos considerar que la renegociación integral del Tratado ya no está al alcance.
La única posibilidad, en los siguientes meses, es que pueda prosperar la idea del ‘skinny Nafta’, que tendría una negociación en paralelo y que ya no estaría sujeta a las restricciones de los tiempos legislativos, lo que permitiría tal vez esperar a que la crispación bajara y en julio o en agosto, intentarlo de nuevo y dejar para otros tiempos la posibilidad de contar con un TLCAN 2.0.
Se ve poco probable que Trump –pese a su discurso– tome la decisión de abandonar el Tratado, así sea por puro interés electoral, pero sí pudiéramos tener un periodo prolongado de incertidumbre si no se llega a un acuerdo al menos en algunos puntos básicos.
Mientras tanto, hay que señalar que la reacción de las autoridades mexicanas y canadienses de imponer aranceles a EU por el monto de lo que se castigará al aluminio y al acero (más de 16 mil millones de dólares) es precisamente un instrumento de negociación.
Pretender, como lo sugirió ayer AMLO, convencer a Trump de que está actuando incorrectamente para que cambie sus decisiones, es una pura ilusión.
Ojalá que quienes asesoren al candidato líder en las encuestas en estas materias, le expliquen que responder como lo hizo el gobierno mexicano no es ‘caer en la tentación de la guerra comercial’, sino usar un recurso básico para hacer que se respete el derecho internacional.