Corría la década de los 50 del siglo pasado y una visión económica empezó a dominar la escena entre los países en desarrollo.
Se trataba de la sustitución de importaciones. Por muchos años fue la ideología oficial de organismos multilaterales como la Cepal.
Hoy, pareciera que en México queremos volver a ella.
A mediados del siglo pasado, el diagnóstico era que la industrialización del país se podría conseguir a través de sustituir los bienes que se importaban.
Por ejemplo, en lugar de comprar autos en el extranjero, había que producirlos en México.
Se planteaba que había que empezar con productos relativamente simples, como los bienes de consumo no duradero, seguir con los de consumo duradero y terminar con los bienes de capital.
Toda la política económica debía organizarse en torno a esa estrategia. Deberían ponerse aranceles y cuotas a las importaciones para inducir a que los productos se fabricaran en México, es decir, en alguna medida, cerrar la economía y proteger a la industria.
Tendría que haber subsidios fiscales y créditos baratos para apoyar a la naciente industria y promover la llegada de inversión extranjera.
La estrategia no funcionó como se esperaba.
Aunque hubo industrialización, ésta operaba con grandes ineficiencias que eran subsanadas con apoyos del Estado y altos precios para los consumidores.
Al reventar esta estrategia y generarse una crisis de la balanza de pagos, pues seguimos con déficit elevado, nos fuimos al otro extremo.
Se planteó a finales de los 80 del siglo pasado que la manera de industrializar el país era a través de abrir la economía y obligar a las empresas a competir con las importaciones producidas en las economías más eficientes.
La realidad es que tampoco funcionó esa estrategia de manera plena.
Los sectores de la industria que consiguieron despegar fueron los que tuvieron tras de sí una estrategia industrial con visión de largo plazo, que logró articular el establecimiento de plantas y un sistema de proveeduría instalado en el país.
Las armadoras automotrices llegaron a México desde los 60 y 70 y fueron desarrollando todo un ecosistema de proveedores muy exitoso.
Otro de los sectores que funcionó fue la llamada industria maquiladora, que evolucionó para convertirse en la manufactura de exportación y comenzó con un régimen fiscal especial.
Hoy, con el llamado Plan México, se plantea nuevamente abandonar la política de apertura indiscriminada y en su lugar buscar la sustitución de importaciones, específicamente las importaciones de China.
Lograr ese propósito es más complejo de lo que parece.
El INEGI acaba de dar a conocer la estadística del “valor agregado de la manufactura global”, que mide en cierta medida el grado de integración nacional que existe en diversas ramas de la industria, es decir, el porcentaje de la provisión de insumos que ocurre desde México.
Aun en el caso más exitoso, el de la industria automotriz, este porcentaje es solo de 40.7 por ciento; en la fabricación de equipo de audio y video, así como equipo médico, la proporción es de 33 por ciento; en autopartes de 27 por ciento… y luego es más bajo en otros sectores.
Las empresas, en muchas ocasiones, toman la decisión de incorporar insumos del exterior en función de sus menores costos o de seguridad en la provisión. En otras, simplemente porque no hay en México los productos.
Aunque se pueden hacer esfuerzos para fomentar la producción nacional con voluntad, quizás una de las herramientas que pudiera usarse en estos tiempos es la coordinación de las políticas arancelarias con nuestros principales socios comerciales.
Es decir, la nueva estrategia de sustitución de importaciones debiera ser de carácter regional y no solo nacional.
Esto implicaría buscar homologar los aranceles que se imponen a los productos chinos por parte de Estados Unidos y Canadá.
Y eso nos vacunaría contra los intentos proteccionistas de Trump.
Quizás habría impactos para el consumidor mexicano, como por ejemplo encareciendo los autos de origen chino.
Sin embargo, no hay duda de que el mayor bien a preservar en la coyuntura actual es nuestra relación comercial con Norteamérica, aunque eso implique castigar en cierto grado las importaciones de China.