Al finalizar el mes de abril la Secretaría de Hacienda dio a conocer los llamados ‘Precriterios de Política Económica para 2024’, en donde plasmó sus primeras estimaciones para la economía mexicana, actualizados para este año y estimados para el próximo año, el último de la actual administración.
En ellos preveía que el crecimiento del PIB de 2023, así como en 2024 sería de 3 por ciento.
La proyección fue calificada entonces como muy optimista por la mayoría de los expertos.
El promedio de las estimaciones que el Banco de México recogió en su encuesta entre especialistas en esas fechas, fue de 1.6 por ciento, apenas poco más de la mitad de la de Hacienda.
La situación cambió radicalmente.
En los datos más recientes dados a conocer por Citibanamex, 11 de 33 instituciones y analistas que fueron encuestados, estiman un crecimiento de 3 por ciento o incluso superior.
Y, puedo asegurarle que en la siguiente ocasión que se reporten estos resultados, ese número va a ser superior.
Por esa razón, creo que cuando Hacienda entregue a la Cámara de Diputados el Paquete Económico para el 2024 el próximo 8 de septiembre, habrá revisado hacia arriba su estimado tanto para este año como para el próximo.
No me extrañaría nada que su estimación puntual esté en 4 por ciento, con un rango de 3.5 a 4.5 por ciento para ambos años.
Hay dos factores por los que las cifras seguramente van a ser mayores.
Los Precriterios estimaban un crecimiento del PIB en Estados Unidos de 1.5 por ciento para este año y 1.2 por ciento para el próximo.
El último estimado del FMI indica un crecimiento de 1.8 por ciento para este año y 1.0 por ciento para el siguiente, pero los datos más recientes pueden conducir a pensar en que el 1 por ciento de 2024 se eleve en la medida que se va descartando la perspectiva de una recesión.
Y adicionalmente, como le comentamos el pasado 10 de agosto en este espacio, México ha ido aumentando su participación en las importaciones de Estados Unidos, de manera que ese crecimiento puede neutralizar el efecto del menor ritmo económico en Estados Unidos en 2024.
Poco a poco, el nearshoring va a empezar a hacerse notar, sobre todo a partir del siguiente año.
El otro factor que apuntala la posibilidad de tener un ritmo de crecimiento más elevado es la trayectoria del mercado interno.
En los primeros meses de este año, tuvimos un alza notoria de la demanda doméstica por efecto de la trayectoria del consumo privado.
Pero, en el periodo más reciente, el crecimiento se ha apoyado cada vez más en la inversión, incluyendo un despegue muy importante de la industria de la construcción.
El impulso viene sobre todo de la llamada construcción no residencial y especialmente de las obras de ingeniería civil, que tienen que ver con grandes proyectos públicos y privados.
Se ha conjugado en México una circunstancia en la que coincide el desarrollo de parques industriales, de centros comerciales y de obras de infraestructura, en su mayor parte a cargo del gobierno federal.
Pero eso no limita que el consumo siga creciendo fuerte, sobre todo porque la paridad del peso frente al dólar va a seguir robusta y los salarios reales y el empleo van a seguir creciendo de manera importante.
Si realmente el nearshoring empieza a reflejarse en las variables económicas de manera significativa, vamos a tener un segundo empuje en el crecimiento, que ya no va a tener que ver solo con la expectativa sino con inversiones efectivas que se van a ir concretando.
El mejor desempeño de la economía mexicana en 2023 y 2024 no va a cambiar de manera radical el saldo sexenal. Creo que, en cualquier caso, va a ser el peor desde el sexenio de Miguel de la Madrid.
Pero sí cambiará de modo muy importante, tanto el cierre del sexenio como las perspectivas para los siguientes años, que serán mucho mejores de lo previsto.