El gobierno mexicano anunció la más importante adquisición que haya realizado en todo el sexenio: compró el 87 por ciento de la capacidad instalada de generación eléctrica de la empresa española Iberdrola.
Esto significa 8 mil 539 MW de capacidad de generación por los que se pagará un estimado de 6 mil millones de dólares, algo superior a los 100 mil millones de pesos.
Con ello, habrá un cambio en la proporción de la capacidad de generación entre el sector público y el privado.
En términos de capacidad de generación, los reportes oficiales indicaban que el sector privado había llegado al 46 por ciento de la capacidad de generación, contra un 54 por ciento de la CFE.
Con la transacción anunciada, la CFE ampliará su capacidad de generación a un estimado de 55 por ciento, frente al 39 por ciento actual, y el sector privado quedará en un 45 por ciento.
Se habrá cambiado la ecuación.
Misión cumplida, podría decir Manuel Bartlett (nos los fregamos, sería una mejor manera de expresarlo).
Iberdrola, una de las empresas de generación eléctrica más importantes a nivel global, con matriz en España, llegó a México a finales de los 90 y empezó a invertir al punto de convertirse en la segunda empresa más importante en materia de generación en el país, solo después de la Comisión Federal de Electricidad.
Fueron muchos miles de millones de dólares los que se invirtieron, sobre todo a partir de la reforma eléctrica del año 2013.
Sin embargo, los planes de expansión, antes de que AMLO los empezara a confrontar, eran aún mayores.
A nivel global, se estimaba que en esta década habrían de invertirse más de 15 mil millones de dólares anuales en desarrollo de energía limpia… pero, con la nueva política de la administración de AMLO, México no estaba contemplado en esa inversión.
Iberdrola cometió “el error” de invitar al Consejo de Administración de una de sus filiales, Avangrid, que opera en Estados Unidos, al expresidente Felipe Calderón en 2016.
A partir de ese momento se convirtió en la némesis del entonces precandidato López Obrador y de su asesor, Manuel Barttlet.
Prácticamente desde el comienzo del sexenio, Iberdrola fue objeto de ataques verbales por parte de López Obrador.
Pero muy pronto, las autoridades y los reguladores del sector pasaron de la palabra a los hechos y empezaron a bloquearlos y cuestionarlos, impedir su expansión y a hacerles una guerra jurídica.
Iberdrola, que opera en toda Europa, Brasil, Estados Unidos, México y Australia, entre sus principales mercados, sabe que los gobiernos a veces se vuelven agresivos y es cuestión de esperar a que cambien.
Hace algunos meses, hablando con directivos de Iberdrola, me decían que tenían el interés de mantener sus operaciones en México hasta el fin del sexenio para ver qué pasaba y entonces ya tomar una decisión respecto a si era de su interés permanecer en México o no.
La agresión era tal, que la CFE se burlaba de sentencias judiciales a favor de la empresa española y las ignoraba olímpicamente, diciendo a la representación legal de Iberdrola que hicieran lo que quisieran.
Me temo que el nivel de agresión llegó a un punto intolerable y la empresa española empezó a considerar la venta a la CFE.
Para qué seguir en un país en el que no se respeta el estado de derecho y en el que uno de los escenarios más probables es que repita el mismo partido otros seis años.
A partir de esta conclusión, Iberdrola empezó a considerar la posibilidad de salir.
¿Y a quién vender? Jajaja. Era claro que solo era posible hacerlo al gobierno.
Falta conocer el detalle, pero creo que la empresa española tuvo que depreciar sus activos para que el gobierno aceptara comprarlos.
Que contradicción para nuestro país.
¿Cómo es que llega una empresa como Tesla y virtualmente se va un gigante del tamaño de Iberdrola? ¿Se trata del mismo país?
Así como le dijimos aquí que seguramente muchos inversionistas voltearon a México cuando Tesla anunció su decisión de instalarse en México, muchos potenciales inversionistas se preguntarán por qué una empresa como Iberdrola virtualmente abandona México cuando las mejores oportunidades están por venir.
El presidente López Obrador celebró la nueva “nacionalización”.
Para muchos potenciales inversionistas es un signo ominoso que tal vez los vaya a ahuyentar.
Y, es lamentable para la gran mayoría del país.