Estamos viviendo quizás la mejor época de la historia contemporánea en materia salarial.
En medio de un enorme ruido político, perdemos de vista este atributo del momento económico que vive nuestro país.
Veamos algunas cifras.
Empecemos por el salario mínimo.
Entre enero del 2018 y el mismo mes de este año, el salario mínimo real se incrementó en 116 por ciento en términos reales, es decir, por arriba de la inflación.
Cuando se ve este incremento, la propuesta de reforma constitucional propuesta por AMLO suena hasta conservadora, ya que lo único que plantea es que el incremento sea al menos el de la inflación prevista.
La realidad de los últimos seis años ha sido un incremento real de 12.9 por ciento al año, algo que no se había dado en el México moderno.
Pero es probable que el efecto de este incremento sea limitado en virtud de que en la economía formal solo hay un porcentaje pequeño de asalariados que ganan un salario mínimo.
Hay efectos de segundo orden que multiplican el impacto del salario mínimo, pero aun suponiendo que no los hubiera, el mínimo no es el único indicador salarial que ha subido de manera considerable.
El salario medio con el que se cotiza al Seguro Social, que es un indicador del ingreso de la población en el sector formal de la economía, se incrementó en 64.7 por ciento entre enero de 2018 y el mismo mes de 2024.
Considerando que la inflación en ese lapso fue de 35.2, el incremento acumulado del salario real fue de 21.8 por ciento, lo que significa un crecimiento medio anual de 3.3 por ciento.
Si consideramos los incrementos salariales derivados de las revisiones de contratos colectivos de trabajo, también encontramos alzas. Entre 2018 y 2023, los incrementos salariales reales obtenidos mediante la revisión de contratos colectivos de trabajo 45.3 fueron de 5.8 por ciento. Aunque la cifra es inferior al alza del salario medio, se suma a los signos positivos de incrementos salariales.
Otro indicador salarial utilizado regularmente para hacer comparaciones internacionales son las remuneraciones medias por hora en dólares, en el sector manufacturero.
El dato más reciente, de diciembre de 2023, indica que hay un crecimiento de 75 por ciento respecto al nivel del mismo mes de 2018.
Claro que, en este caso, ha influido la revaluación del peso, que fue de 14 por ciento en ese lapso. Pero aun si se quita ese efecto, hay un alza de 53 por ciento.
Un hecho relevante que está asociado a estos indicadores de un alza salarial es que se produjo a la par que un incremento del empleo.
Entre 2018 y 2023, el crecimiento acumulado del empleo fue de 9.8 por ciento, a pesar de la grave pérdida que se produjo durante la pandemia.
Esto implica alrededor de 400 mil nuevos empleos formales cada año.
En paralelo a los incrementos salariales reales, se ha producido un incremento considerable del crédito al consumo, del orden de 8.6 por ciento en términos reales entre 2018 y 2023.
Este conjunto de factores, empujados fundamentalmente por el incremento real de los salarios, se ha traducido en un alza del 10 por ciento en el consumo privado, entre 2018 y el cierre de 2023.
Este último indicador sería incluso mayor si tuviéramos una proporción más elevada del empleo en la formalidad, pues los datos previos corresponden fundamentalmente a la parte de la economía que está en la formalidad.
Con todo, en el periodo que va del 2018 al 2022 (último dato disponible) aumentó la participación de los salarios en el ingreso nacional en 2.6 puntos porcentuales.
Esa es una realidad que no puede negarse y que explica por qué un gobierno que, de acuerdo a muchos, debiera tener índices muy altos de cuestionamiento, tiene a un presidente con elevados índices de aprobación.