Pronosticar el desempeño de la actividad económica se ha vuelto un ejercicio muy arriesgado.
En enero del año pasado, el consenso de los economistas interrogados por el Banxico mes con mes, pronosticó que en 2023 habría un crecimiento económico de 0.98 por ciento.
El resultado fue tres veces mayor que el que los expertos preveían.
No fue un error marginal sino de una dimensión tal que nos refiere que el entorno económico fue completamente diferente al que la mayoría imaginaba.
Lamento la suerte de muchas empresas que hicieron sus planes conforme a lo que el pronóstico decía.
Para el 2024, el dato que se anticipó en enero de este año en la misma encuesta es de 2.4 por ciento. Si el resultado es completamente diferente en cualquier sentido, no sería sorpresivo.
El problema es que ahora incluso los pronósticos más inmediatos son también sujetos a error.
El Indicador Oportuno de la Actividad Económica (IOAE) para el mes de enero, que se dio a conocer el pasado 19 de febrero, anticipaba un crecimiento económico a tasa anual de 2.2 por ciento.
El resultado fue la mitad: 1.1 por ciento, de acuerdo con los datos del Indicador Global de Actividad Económica (IGAE) que se dieron a conocer la semana pasada.
Los datos del IOAE no incluyen el comportamiento del sector agropecuario, pues las cifras no están disponibles cuando el indicador oportuno se publica.
Al conocerse estas cifras, observamos una caída anual de 7.3 por ciento en el sector primario, que jaló hacia abajo los resultados.
Pero también hubo una discrepancia marcada en los datos del sector terciario, es decir, comercio y servicios, pues el resultado final fue de un crecimiento anual de 1.1 por ciento cuando se había estimado un 2.0 por ciento.
Los datos oportunos del INEGI se presentan usualmente con un rango, que, por ejemplo, en el caso del sector terciario era de 0.7 a 3.4 por ciento para enero, por lo que el dato final sí cayó en ese rango.
Pero hasta ahora, el dato previsto por el modelo estaba razonablemente cercano a lo que el IGAE reflejaba.
Hoy pareciera que estamos en una etapa en la que las cifras efectivas están resultando menos predecibles.
Por esa razón creo que la casi segura revisión a la baja de las estimaciones de crecimiento para este año deberá ser realizada con mucha cautela pues no sería imposible que las cifras de febrero ahora sorprendieran al alza.
El desglose de las cifras en enero indica que la caída del sector primario fue producto, sobre todo, de un retroceso de 14 por ciento en la producción agrícola, en tanto que hay varios ámbitos del sector servicios en los que también hay fuertes caídas como en los de apoyo a los negocios, recreación y cultura, o los vinculados al turismo o a la industria restaurantera. Veremos si esas tendencias siguen en febrero.
Para el segundo mes del año, la tendencia más global presentada por el INEGI en el IOAE indica un repunte de la actividad económica que pasaría del 1.1 por ciento de enero al 2.4 por ciento. En el sector terciario pasaría también del 1.1 por ciento a 2.6 por ciento.
Como le he comentado, tras las discrepancias de enero, quizás haya más reservas para considerar que en febrero hayamos tenido un repunte como el que se anticipa, pero me parece que aún no existen indicios suficientes para empezar a revisar a la baja los pronósticos de la actividad económica, salvo aquellos que quizás anticipadamente ubicaron en tasas cercanas al 3 por ciento su estimación.
Como sea, este año más que nunca tómese con reservas las estimaciones económicas y financieras.