Quizás se enteró esta semana de la decisión de Carrier, la fabricante de aires acondicionados, de no cerrar sus operaciones en Indiana para trasladarlas a México.
Pero es probable que usted no conozca a la empresa United Technologies.
Es un grupo que en el 2015 vendió 56 mil 500 millones de dólares. El 48 por ciento de esas ventas se dirigió a los segmentos aeroespacial y militar; el 38 por ciento del total fue en Estados Unidos.
El CEO y presidente la empresa es Gregory J. Hayes.
La empresa, que tiene entre sus principales clientes al Departamento de la Defensa en Estados Unidos, ha sido de los principales donantes a las campañas republicanas en el pasado, aunque no encontré datos de aportaciones a la campaña de Trump.
Carrier es parte de United Technologies cuyo corporativo se ubica en Farmington, Connecticut.
Aunque probablemente la decisión de cerrar sus operaciones en Indiana y trasladarlas en su totalidad a Monterrey tenía toda la lógica económica, la visión corporativa debió ponderar las implicaciones de tener un enfrentamiento de arranque con Donald Trump. Y sobre esta base, encontraron una solución intermedia.
No desaparecerán las operaciones de Carrier en Indiana pero se habla de que se mantendrán mil empleos, no los 1 mil 600 totales.
Igualmente, en ningún momento, los comunicados indican que tengan la intención de cancelar ni sus operaciones ni proyectos en México. Tiene actualmente 4 plantas y una por abrir.
En Monterrey, hay testimonios de que apenas hace algunos días prosiguió el reclutamiento de personal de la nueva unidad que arrancará en marzo de 2017.
La visión de los empresarios de United Technologies seguramente fue evitar la confrontación con quien será presidente de Estados Unidos a partir del 20 de enero, pero sin girar del todo su estrategia.
Trump podrá presumir hoy que gracias a él se mantuvieron los empleos en Indiana y llevará capital político para una presidencia que llega con menos de la mitad de la votación popular.
Lo interesante del caso es que lo sucedido con Carrier podría ser el ejemplo de lo que veamos en otros casos.
Ford aceptó que Trump se pusiera la medalla de haberlos convencido de no trasladar una planta de Lincoln a México, pero no hicieron ningún cambio respecto al traslado del armado del Focus a nuestro país.
Como le hemos comentado en este espacio, la clave con Trump es tener la fuerza y la inteligencia para ponerlo a él o a su equipo en la mesa, y ganar.
El abanico de empresarios que se benefician del TLCAN es suficientemente amplio y diverso como para convertirlo en uno de los aliados fundamentales en la negociación con Trump.
Pero insisto en que la actitud con estos empresarios debería ser dejarles ver que México puede vivir sin el TLCAN, pero ellos no, y que por lo mismo deben hacer todo lo necesario para asegurar que Wilbur Ross, quien ha sido nominado para el Departamento de Comercio, perciba que tendría graves costos económicos y políticos para EU pretender dejar el TLCAN o cambiarlo radicalmente, y al final terminaría perdiendo Trump.
Ross lo entiende perfectamente bien pues ITG, una de las empresas que reestructuró en su actividad privada, tiene operaciones en China y México.
Además de que incluso abrió una planta en Nicaragua. Ya sabe lo que conviene a las empresas.