El gobierno actual y especialmente el presidente López Obrador, saben perfectamente la importancia de las narrativas.
Más importante aún que lo que realmente ocurra es cómo se cuente.
Las narrativas tienen fuertes implicaciones en el comportamiento de las sociedades. El historiador Yuval Harari ha investigado ampliamente cómo la construcción de mitos y creencias definió en buena medida el desarrollo de múltiples sociedades.
Lo anterior viene a cuento por el veredicto condenatorio al exsecretario de Seguridad Pública, Genaro García Luna.
Pocos hechos en los últimos años podrían ser tan productivos para la narrativa que ha construido AMLO.
La historia que él contó y que convocó a millones de votantes a elegirlo es que vivíamos en un régimen donde el principal problema era la corrupción.
La expresión “la mafia del poder”, aludía a esa imbricación entre funcionarios públicos y actividades ilegales o incluso criminales.
Sin embargo, las investigaciones emprendidas por este gobierno y los casos detectados no fueron sólidos y fueron difuminándose al paso del tiempo como ilustraciones de esa relación.
Parecía que esa narrativa se desgastaba al llegar a la parte final de su mandato.
La aprehensión y luego el juicio de Genaro García Luna en Estados Unidos revivieron esa perspectiva. Y el hecho de que el veredicto haya sido de culpabilidad en todos los delitos imputados, le dio al presidente López Obrador una nueva vitalidad a su narrativa.
Más aún, debido a la relevancia de García Luna, ahora los cuestionamientos y ataques van a dirigirse centralmente en contra del expresidente Felipe Calderón.
Y, es muy fácil hacer las conexiones entre Calderón, PAN (no importa que hace años que ya no sea panista), alianza opositora, concentración del próximo domingo, defensa de la integridad del INE, etc.
Ahora quienes cuestionen a su gobierno podrán equipararse, en la narrativa presidencial, como cómplices de García Luna.
Un veredicto condenatorio en Estados Unidos es considerado popularmente como un hecho incuestionable, pese a la debilidad de las pruebas presentadas por los fiscales. Es cosa juzgada. Punto.
Ante ello, la oposición al gobierno quedó pasmada.
No esperaba un veredicto tan anticipado y no ha encontrado cómo contar otra historia relacionada con los mismos hechos.
El veredicto del jurado, lo hemos dicho y escrito, no es sólo en contra de un exfuncionario que era un absoluto desconocido para quienes escucharon los testimonios de múltiples criminales que purgan condenas en prisiones de Estados Unidos, sino en contra de un país.
Otras narrativas son posibles.
Apenas días antes del veredicto contra García Luna, la directora de la DEA, Anne Milgram, se quejó ante el poderoso Comité de Relaciones Exteriores del Senado, de que no recibe suficiente información de México respecto a los decomisos de los precursores del fentanilo y los grupos criminales que los transforman e introducen la droga a Estados Unidos.
En realidad, al jurado que condenó a García Luna no le interesa ni Felipe Calderón ni los pleitos políticos en México, lo que les indignó fue ver a un funcionario público cómplice de los grupos criminales que contribuyen a miles de muertes en Estados Unidos.
Creyeron lo dicho por los criminales que purgan sentencias en su país, sin pedir más pruebas que sus palabras.
Y, es muy probable que en la perspectiva de personas como las que conformaron el jurado, eso nada haya cambiado en todos estos años.
Pero, los opositores no están tratando de construir otras narrativas. Simplemente han estado ausentes, salvo la previsible y convencional respuesta del expresidente Calderón.
El hecho es que la oposición le ha dejado el camino despejado, como ha sido frecuente en todos estos años, a la historia que todas las mañanas repite el presidente López Obrador.
Desconozco si estos hechos van a influir en algo en la asistencia a las concentraciones ciudadanas del próximo domingo, pero de lo que sí estoy seguro es que ya fueron un punto a favor para López Obrador, su gobierno y los aspirantes a sucederlo en el cargo.