Cuando era niño, mi abuelita Margarita (mamá de mi papá), nos llevaba mucho a mí y a todos sus nietos al teatro. Mis tíos Manolo y Fela Fábregas, grandes amigos de mis abuelos, nos contagiaron a todos su pasión por el teatro, por las obras y por los musicales.
José el Soñador, El Violinista en el Tejado, El Diluvio que Viene y un largo etcétera fueron parte muy importante de mi infancia.
Un día, al terminar la función, cuando los actores daban las gracias al público y festejaban, confundido le pregunté a mi abuelita sobre los antagonistas en la obra que acababa de terminar:
“Abue, ¿Por qué ellos se abrazan si son enemigos?”. Mi abuelita Margarita, paciente y amorosa como nadie, me dijo: “Es que ya acabó la obra. En la obra les tocó representar papeles de oponentes y lo hicieron muy bien, pero fuera de la obra son compañeros actores, y probablemente amigos.”
El próximo lunes 2 de julio habrá acabado el proceso electoral, y alguien habrá resultado ganador. Pero más allá de ese resultado, más importante para México y para los mexicanos, ¿cómo le hacemos para despertarnos el lunes no como priistas, panistas, morenistas, vencedores o vencidos, sino como mexicanos, todos por igual, compañeros de viaje y de nación?
¿Cómo le hacemos para no perdernos en los papeles que nos tocó representar en el proceso electoral? ¿Cómo le hacemos para que la división, el encono y el odio no sean los verdaderos vencedores de esta contienda?
El país que nos tocará vivir a todos depende de que estemos dispuestos a ver más allá de los papeles que representamos, y a trabajar unidos como mexicanos por ese proyecto en común que tenemos llamado: México.