El triunfo de Donald Trump no fue un evento altamente improbable, no fue un cisne negro, para usar el concepto de Nassim Nicolas Taleb. Por lo cerrado de la contienda, sabíamos que había chances de que ocurriera, por más indeseable que resultara para muchos. Sin embargo, hay una característica del cisne negro que señala Taleb que vale la pena considerar: la ceguera de los expertos en percibirlos. En el caso de esta elección, los pronósticos iban ciegos.
Todos los pronósticos previos erraron, incluido el más cauteloso de ellos que hizo el estadístico Nate Silver. En su libro, The signal and the noise (La señal y el ruido), Silver argumenta que es posible anticipar eventos futuros si se escuchan bien las señales en un mundo pleno de ruidos y de datos de diversa naturaleza. Además de ciegos, los pronósticos iban sordos.
¿Qué pasó? Hay varios factores explicativos que abonan a dar respuesta a esta pregunta, pero me permito bajarle el volumen a unos, que han llenado de sobra nuestra narrativa (v.g. el voto latino le falló a Clinton; hubo un voto oculto a favor de Trump,...), y enfatizar otros ante los que seguimos ciegos y sordos, aún después de la elección.
De los cinco estados clave que arrebató Trump, cuatro pertenecen a la categoría rust-belt, estados por lo regular del medio oeste cuya industria alguna vez pujante ha ido en declive: Michigan, Winsconsin, Ohio, Pensilvania. Ahí, el discurso trumpista parece haber dado en el clavo para sumar a su coalición ganadora de votantes. En ellos el voto latino resulta menos crucial. En Florida, que es el otro arrebatado, el peso latino es mayor, pero la realidad de los estados rust-belt es otra y quizás pese más en el resultado.
Hace un par de días, el profesor Richard Gunther de Ohio State University, me recordó que Bernie Sanders le ganó a Hillary Clinton las primarias en Wisconsin y Michigan (con fallas graves en las encuestas en este último). Esto me lleva a pensar que, si bien Hillary lanzó una campaña de unificación del voto demócrata luego de una divisiva contienda interna, la operación cicatriz no resultó. Además, Hillary descuidó esos estados y los volvió a perder ahora enfrentando a Trump.
La paradoja es que Trump lanzó una campaña divisiva, insultante a propios y extraños, pero el voto republicano lució sólido este martes. No hubo fisuras. Los pronósticos atendieron las señales equivocadas, los republicanos no estaban en la lona. Trump obtuvo un nivel de votación nacional como cualquier otro candidato republicano en elecciones recientes. Esto me dice que no hubo voto escondido o que, si lo hubo, fue menor. La que cayó fue la votación demócrata, quizás por las razones expuestas, además de que hubo una menor participación afroamericana. En Michigan, esto pudo ser devastador para las aspiraciones de Hillary.
¿QUÉ TAN FALLIDAS FUERON LAS ENCUESTAS?
Comienzo por bajarle también un poco el volumen a la narrativa de que las encuestas fallaron: su desempeño fue diferenciado, en muchos casos muy bueno y en elecciones estatales cruciales deficiente.
Las encuestas sí previeron una cerrada contienda a nivel nacional (voto popular). De las 14 encuestas nacionales finales que registró RealClearPolitics, el resultado es que subestimaron a Clinton por medio punto porcentual, en promedio, y subestimaron a Trump por 3.2 puntos.
Pero la elección presidencial en estados Unidos no es una sola elección nacional, sino 50 elecciones estatales. En un 80% de ellas, las encuestas no tuvieron mucha exigencia, el panorama parecía resuelto. En el 20% restante, los electorados estatales lucían divididos, indecisos y cambiantes. Ahí las encuestas iban como en altamar, moviéndose de un lado a otro. En su narrativa fueron acertadas. En sus estimaciones no tanto.
Para analizar las encuestas en los estados es necesario más espacio y tiempo, pero Nate Silver ya adelanta algunos indicios acerca de dónde se equivocaron más. Las encuestas sobreestimaron un margen de victoria de Clinton por casi 8 puntos en Wisconsin, 6 puntos en Ohio, casi 5 puntos en Michigan, 4.5 puntos en Pensilvania, y solamente 2 puntos en Florida. Tanto para entender el triunfo de Trump como las fallas de las encuestas, la lección es la siguiente: it’s the rust-belt, stupid!