ºLa conclusión del presidente López Obrador de que en México “no hay polarización”, ya que la mayoría de ciudadanos apoya su gobierno, requiere algunas revisiones.
Hace cuatro años comenté en este espacio lo siguiente: “Las encuestas muestran que en algunos temas los mexicanos esta?n divididos y en otros esta?n polarizados” (¿Divididos o polarizados?, 17 mayo 2019).
Sugerí que “la polarizacio?n significa tener puntos de vista no solamente contrarios, sino alejados el uno del otro. En un tema de conflicto, en vez de tomar posturas intermedias, algunas personas se van a los polos o puntos extremos; es decir, se polarizan. Ese feno?meno implica distanciamiento, aun entre grupos reducidos pero extremos. Por eso, la polarizacio?n no es un asunto de proporciones (no es estar divididos en partes casi iguales), sino un asunto de distancias (estar alejados o irse alejando unos de otros)”.
Recurro a datos más recientes para mostrar que sí hay polarización en el país. Dado que la polarización política tiene distintas facetas y se puede tratar de medir de maneras diferentes, comencemos con una muy sencilla y muy común: cuántos mexicanos se ubican en los extremos de un eje ideológico de izquierda y derecha.
La encuesta nacional de El Financiero de marzo de este año indica que 21 por ciento de las personas entrevistadas se ubicó en el punto 1 de una escala de 10 puntos de izquierda a derecha, mientras que 15 por ciento se ubicó en el punto 10. En total, las posturas extremas sumaron 36 por ciento de personas, mientras que las posturas centristas (puntos 5 y 6) representan 30 por ciento.
Si comparamos con marzo de 2011, a estas mismas alturas del quinto año de gobierno de Felipe Calderón, la encuesta nacional que coordiné en ese entonces en Reforma arrojó 6 por ciento en el punto 1 de la escala (izquierda) y 21 por ciento en el punto 10 (derecha), sumando 27 por ciento en los extremos, mientras que 33 por ciento se ubicó en el centro.
Bajo esta óptica, sí hay un poco más de polarización hoy, con más gente en los extremos, particularmente en la izquierda. Pero luce modesta: tan sólo 9 puntos porcentuales más de “extremistas”.
Donde se ve con mayor claridad la polarización es entre los simpatizantes de los partidos políticos: en marzo de 2011, el grupo más a la derecha en la escala eran las personas que se consideran muy panistas, con un promedio de 8.2; del lado opuesto estaban los que se consideraban algo perredistas, con un promedio de 5.2. La distancia entre esos grupos extremos era tan sólo de 3 puntos en la escala de 10.
En marzo de 2023, la distancia entre los extremos era más amplia. El electorado muy panista promedió 8.6 en la escala, mientras que el algo morenista promedió 3.4, resultando en una distancia de 5.2 puntos. La polarización partidista es mucho más marcada hoy que en 2011.
Esta comparación considera solamente dos puntos de referencia en el tiempo, pero la polarización no un rasgo estático, sino un proceso activo y dinámico que responde a los tiempos políticos.
Y en ese sentido, lo que más polariza hoy a los mexicanos no son las posturas de izquierda y derecha, sino las posturas a favor y en contra de la ‘4T’.
En una escala de posturas hacia la ‘4T’ que se incluyó en la encuesta nacional de marzo de este año, 31 por ciento se ubicó en el punto 10 (completamente a favor) y 23 por ciento en el punto 1 (completamente en contra), sumando una mayoría de 54 por ciento en los extremos, mientras que las posiciones moderadas (5 y 6) arrojan 18 por ciento.
En esa misma escala, las personas que se consideran muy morenistas tienen una ubicación promedio de 9.2, mientras que los que se identifican como muy panistas promedian 1.8. La distancia entre ellos es abismal: 7.4 puntos de la escala.
Y si de abismos políticos se trata, vea usted esta otra manera gráfica de presentar la polarización: 70 por ciento de panistas está completamente en contra de la ‘4T’ (punto 1), mientras que 65 por ciento de morenistas está completamente a favor de la ‘4T’ (punto 10). No hay punto medio ni posturas moderadas que pesen.
Estos datos muestran algo que inequívocamente podemos llamar polarización política.