El video del ladrón que fue golpeado por los pasajeros en una unidad de transporte público se volvió la comidilla de la ciudad en días recientes. Casi todos los capitalinos se enteraron del suceso. Según una encuesta de El Financiero realizada por vía telefónica el 7 de agosto en la Ciudad de México, el 90 por ciento dijo haberse enterado y el 10 por ciento no.
De acuerdo con la encuesta, la conducta de los pasajeros contó con un amplio apoyo: el 68 por ciento dijo aprobar la golpiza al ladrón de la combi, mientras que el 21 por ciento manifestó su desaprobación. Estas proporciones indican que por cada capitalino que vio mal la conducta de los pasajeros, por lo menos tres la vieron bien.
Al preguntarles si están de acuerdo o en desacuerdo con que la gente haga justicia por su propia mano, el 61 por ciento estuvo de acuerdo, mientras que el 29 por ciento estuvo en desacuerdo. La conducta específica de los pasajeros genera un poco más de apoyo que el principio general de hacer justicia por mano propia, pero en ambas preguntas el apoyo es mayoritario.
Detrás de estas actitudes puede haber una combinación de factores, desde el hartazgo ante la delincuencia y la inseguridad, hasta la enorme desconfianza que prevalece en la policía y el sistema de justicia, aspectos que vienen desde antes de la pandemia y de la actual crisis económica.
Por otro lado, la coyuntura de la pandemia y de la crisis también abonan a lo que podríamos denominar como "síndrome de la combi": justificar la acción espontánea y punitiva de la sociedad contra los delincuentes, el apoyo a hacer justicia por mano propia. La encuesta de El Financiero nos permite explorar lo que hay detrás de ese síndrome. Veamos algunos aspectos que resultan de analizar la encuesta.
Lo primero es que el aval a la golpiza y a hacer justicia por mano propia no tiene un perfil sociodemográfico claro: tanto hombres como mujeres aprueban o están de acuerdo en proporciones similares, y por grupos de edad y escolaridad vemos que quienes más lo justifican son los jóvenes y quienes menos lo justifican son los que cuentan con estudios de nivel universitario o más, aunque las diferencias de opinión no son significativas. Si acaso, la escolaridad es el factor que más incide de estos tres en reducir el aval a hacer justicia por mano propia.
¿Cómo influyen otros factores? La preocupación por la pandemia y la asistencia a servicios religiosos (la religiosidad, no la denominación religiosa) reducen el apoyo a la golpiza pero no hacen diferencia en la actitud a hacer justicia por mano propia. Por otro lado, haber sido víctima de un delito en los últimos tres meses no pesa en ninguna de las dos opiniones. La victimización directa no es un diferenciador, acaso porque la inseguridad ha generado un sentido de indignación generalizada.
En contraste, haber perdido el empleo en los últimos meses es el factor que más incide en diferenciar el apoyo o rechazo a la golpiza y a hacer justicia por mano propia. "El síndrome de la combi" parece ser más un efecto de la crisis económica y del desempleo que de la pandemia o de la inseguridad. La exasperación y el hartazgo expresados en torno a los sucesos de la combi tiene bases más económicas.
Pero hay también un factor político a considerar: si bien la orientación partidista y la inclinación ideológica no pesan tanto en las opiniones aquí analizadas, la aprobación de gobierno sí, particularmente la aprobación al Presidente de la República. Quienes lo aprueban, apoyan menos la conducta de los pasajeros de la combi y aceptan menos el principio de justicia por mano propia. Quienes lo desaprueban avalan ambas cosas en mayor medida. El apoyo al presidente aligera la exasperación. El rechazo al gobierno deriva en actitudes de halcón, más belicosas.
La triangulación es de llamar la atención: el malestar económico, el rechazo al gobierno y el síndrome de la combi van en el mismo sentido. Habrá que estar pendientes de cómo evolucionan.