Emprender es sin duda un acto de valor. Es enfrentarse al reto y por supuesto a la adversidad de todo aquello que puede salir mal conforme a lo esperado en un plan de negocio en el afán materializar una idea. La frase de Winston Churchill parece ser útil en incluyendo a los negocios, "No hay plan que sobreviva su encuentro con la realidad".
No es para menos: emprender, y hacerlo con éxito, requiere, además de una visión, valores como disciplina, constancia, y resiliencia, todos ellos difíciles de encontrar, y mucho más en una sola persona como fundador de una compañía.
Pero si bien es cierto que emprender no es cosa sencilla, también es cierto que probablemente tampoco es tan complejo como muchas personas piensan: en mi experiencia y en virtud de la retroalimentación de socios, clientes y amigos en el curso de 17 años, la razón número uno por la cual las personas no emprenden, es la así supuesta “carencia de recursos financieros.”
Además de esta objeción, la coyuntura socioeconómica mundial que vivimos en virtud de la contingencia sanitaria por COVID-19, nos invita a pensar que hoy es doblemente difícil acceder a mecanismos, instancias o herramientas de apoyo financiero público o privado a ideas de negocio, si a eso sumamos el hecho de que en México en particular parece no existir la coordinación necesaria entre actores públicos, privados y académicos para el apoyo al emprendedurismo, podríamos pensar que la idea de emprender hoy, es un disparate.
Sin embargo, se puede emprender, aún en nuestros días. De la misma manera que en el campo de la física la primer ley de la termodinámica estipula que la energía no se crea ni se destruye, sino simplemente se transforma, en los negocios y las posibilidades de éxito de un emprendimiento, podríamos decir que el dinero ni se crea, ni se destruye, simplemente cambia de manos o bien, la velocidad con que el dinero rota entre esas manos.
Es decir, el dinero sigue a las buenas ideas. Ser emprendedor y no tener de inicio una cantidad de dinero propio para invertir, no es necesariamente un obstáculo definitivo a la creación de una compañía. Por ejemplo, hay en el mundo una multitud de mecanismos, herramientas e instancias públicas, privadas y hasta académicas que proporcionan financiamiento a ideas que parecen prometedoras como oportunidades de negocio.
A pesar de un panorama particular doblemente adverso para nuestro país dada la bajísima inversión pública en capacitación y fomento para nuevos negocios, y por la falta de coordinación entre el Gobierno, la iniciativa privada y la academia, creo que en México hoy más que nunca, se puede emprender si se tiene la estrategia correcta en base a tres elementos, una estrategia:
1.- Basada en el cliente, sus deseos, y la experiencia con nuestra marca.
2.- Orientada a crear relaciones antes que conexiones.
3.- Sujeta a retroalimentación y mejora constante
Emprender en tiempos de crisis es una oportunidad más que una incapacidad, siempre que la perspectiva sea la correcta y determinará el tipo de nación que seamos en nuestro futuro.