El sacerdote Marcelo Pérez Pérez, asesinado este domingo, estaba profundamente comprometido con la lucha por la paz en una región afectada por la violencia: Chiapas.
Su trabajo se enfocaba en atender problemas graves como la drogadicción y el alcoholismo, especialmente en las comunidades indígenas, donde estas problemáticas causan grandes estragos. En México, los sacerdotes a menudo actúan como mediadores en conflictos violentos, lo que los expone a peligros al tratar con criminales que no siempre respetan su posición de neutralidad.
Durante una década, fue párroco en Chenalhó, luego sirvió otros 10 años en Simojovel y, en los últimos dos años y medio, lideraba la parroquia de Guadalupe en San Cristóbal de Las Casas. El domingo 20 de octubre, mientras se dirigía a esta última ciudad, fue asesinado por dos personas.
Desde hace meses, el padre Marcelo Pérez Pérez era consciente de que su activismo comenzaba a incomodar a grupos de poder y organizaciones criminales en la región de Los Altos de Chiapas, al sur de México. Su rol como mediador en conflictos, particularmente en comunidades indígenas, lo había puesto en el punto de mira de aquellos que se sentían afectados por las movilizaciones sociales que él impulsaba.
Tras su asesinato, resurgió el recuerdo de su labor y su lucha en los Altos de Chiapas, mencionándose a grupos como el paramilitar 'El Machete' y la desaparición de personas en la región.
El 13 de septiembre de 2024, el padre Marcelo participó en la 'Marcha por la Paz' en Tuxtla Gutiérrez, donde más de 20 mil personas exigieron el fin de la violencia en Chiapas.
Se supo que el sacerdote ya había recibido amenazas de muerte, lo que subraya la grave situación que se vive en el estado. En fechas recientes, grupos de mujeres han salido a las calles a protestar por la violencia, especialmente tras el ataque contra seis migrantes.