Porque todos harán hasta lo imposible por buscar un voto
"No manches, sigue aquí", piensa en voz alta Jonatán Alcalá, estudiante de Derecho del Tecnológico de Monterrey, mientras la candidata de Morena, Delfina Gómez Álvarez, presenta un largo diagnóstico sobre la problemática del Estado de México en esa institución educativa.
Dos veces Jonatán salió a tomar aire. Sendas pantallas enmarcan la exposición de la profesora jubilada, quien viste una chamarra gris con los logos de este plantel educativo.
Arriba el marcador permanece en ceros. Ni locales ni visitantes han anotado. Jornada con sabor amargo donde la única certeza son los cuatro borregos de peluche que han partido hacia los cuarteles del PAN, PRI, PRD y Morena.
Bajo el brazo de los candidatos y candidatas al gobierno mexiquense los borregos, mascota oficial del Tec de Monterrey, son la única ganancia tangible de quienes este miércoles han buscado anotar en la mente y corazón de los millenials, congregados en el gimnasio de este granero de emprendedores y futuros tomadores de decisiones.
“Ya nos han escuchado. Salgan y con el poder de la democracia, vayan más allá de las redes sociales y en la urna depositen el voto”, exclama la candidata del PAN, Josefina Vázquez Mota. “Quiero que nos imaginemos un estado donde no haya miedo”, dice en una constante ráfaga de mensajes dirigidos al corazón de los jóvenes ahí reunidos.
Pero Vázquez Mota apenas sí mueve las conciencias que están sobre la duela.
"Igual un poco, en lo que dijo de ser más libres, pero así como tal no muy bien", percibe desde su silla Monserrat de la carrera de Mercadotecnia.
En la cancha convertida en auditorio los candidatos se van a la ofensiva, despliegan la jugada ensayada, tratan de rematar con seguridad ante una audiencia que los evade con sólo pinchar su teléfono móvil.
El candidato del PRD, Juan Zepeda Hernández, sólo entra unos minutos. Intenta el doble juego de participar en un debate televisivo por la mañana en la Ciudad de México y luego acudir al Tecnológico de Monterrey, ubicado junto al ex rancho de La Pila, en la capital mexiquense. Por cortesía le otorgan un tiempo de compensación.
Su impuntualidad no gusta, aunque el discurso, tal vez por lo corto, atrae a algunos jóvenes, quienes no alcanzan a aprenderse su nombre.
“Las personas que más aportaron, a nivel de que jugaban con la audiencia, con nuestros sentimientos y conocimientos, por así decirlo, serían Josefina y José Zepeda”, agrega Jonatán Alcalá.
Quien avanza líneas es Alfredo del Mazo, el candidato del PRI y sus aliados del PVEM, Nueva Alianza y Encuentro Social; porta su inseparable casaca roja, deambula entre los jóvenes, admite que ha tenido oportunidades para escalar a puestos públicos, defiende ser parte de una dinastía y aclara que ahora le toca.
“Esa fue su época, ahora me toca a mí en este camino”, expresa.
Para repetir la historia de su padre y abuelo, exgobernadores del Estado de México, debe obtener al menos 2.6 millones de votos en los comicios del 4 de junio. Lo confiesa ante los millenials.
“Del Mazo está muy bien preparado para hablar, pero votar por el PRI no me agrada, no creo que sea un buen partido”, señala en un descanso Isgar Osorno, del Tec Milenio, campus Cuautitlán.
En el equipo de los millenials hay un conflicto interno que a la vez los inmuniza del discurso político; ya no creen en la democracia, lo cual desalienta para jugar el día de las elecciones, comentan compañeras de Osorno.
A nivel de cancha eso se refleja en los pocos aplausos que cosechan los candidatos, quienes al concluir su respectiva conferencia terminan en un salón de teatro del Tecnológico de Monterrey. Ahí ofrecen sus últimas gesticulaciones, ademanes, justificaciones y demás recursos a la mano para salir bien librados ante decenas de reporteros que buscan horadar en la construcción de una noticia.
Afuera los millenials esperan al siguiente candidato o candidata, es el “Día de la Ciudadanía”, como reza el slogan del encuentro, jornada de muchos discursos; algunos en un solo tono, como el de Delfina Gómez, quien insiste en no ser una marioneta, reitera su decálogo de ética pública, anuncia apertura para los jóvenes y asegura que no tiene experiencia para robar.
O participaciones como la de Josefina Vázquez Mota, quien hasta salta del escenario para ubicarse al mismo nivel de sus escuchas, ahí promete más empleos, más seguridad pública para los mexiquenses.
O Del Mazo, quien repite las promesas de sexenios anteriores como el saneamiento del río Lerma y nuevos retos como acabar con los feminicidios. Sin olvidar a Juan Zepeda, quien durante el día propone que los candidatos se sometan al polígrafo para saber quién dice la verdad.
Es difícil mover las conciencias de los jóvenes. Es el sabor amargo de la democracia, dice horas antes Arturo Argente, catedrático y organizador del encuentro en el Tec de Monterrey.
“(Los jóvenes) Tienen un amargo sabor de la democracia, lo tienen, ven que hay corrupción, impunidad”, indica antes de continuar con esa jornada donde el marcador termina en ceros.