En el marco del Día Internacional para la erradicación de la Violencia contra las Mujeres buscamos una serie de historias que muestren cómo a lo largo de los años, se han “normalizado” este tipo de agresiones y quisimos hacerlo lo más cercano, por ello las vivencias que leerás a continuación, están narradas como ellas lo estuvieran contando:
Tenía 23 años y siete meses y medio de un embarazo sin complicaciones, que después se convirtió en un gran dolor. Soy Elizabeth Riverón Torre y ahora tengo 54 años.
El viernes 22 de abril tenía una revisión de rutina en el Hospital General de la Raza, en el área de Obstetricia. La doctora León me revisó, me dijo que al parecer mi bebé estaba transverso y que necesitaba hacerme un ultrasonido.
Pero no pudieron hacerme el estudio porque no había radiólogo y la doctora sugirió que me quedara esa noche.
La doctora me aseguró que solo se me harían un ultrasonido, pero el sábado dos enfermeros me medicaron, les aclaré que sólo iba por un ultrasonido y su respuesta fue que “en su expediente indica que debemos aplicarlo para que maduren los pulmones del bebé, en caso de nacer antes”.
Después de la segunda dosis, comencé a sentir dolor. Durante la noche me revisó una enfermera y un médico residente, pero me dijeron que todo estaba bien. Para el domingo, el dolor ya era insoportable, cuando entró la enfermera le dije: “me duele la espalda, la cadera y mi estómago está muy duro”.
Al explicarle mis molestias al médico residente, me dijo “es normal, ya está en labor de parto”, según lo que me explicó, me habían administrado oxitocina un día antes.
Me preocupé, no podía ser que estuviera en labor de parto. El doctor me explicó que en mi expediente decía que mi bebé estaba transverso, le respondí que no podía decir eso, porque no me habían hecho el ultrasonido.
El domingo a las 4 de la tarde, se me rompió la fuente. Para ese momento, me dolía mucho el ombligo cuando se movía mi bebé. A las 8 de la noche, dejé de sentirlo y el doctor me puso el estetoscopio en el estómago y me dijo “sí, se escucha su corazón”.
La doctora León, quien me había ingresado el viernes, apareció el lunes 25 de abril, cerca de las 4 de la tarde. Le comenté que se me había roto la fuente, que me sentía mal y que mi bebé ya no se movía.
Volvió a revisarme y pidió que me bajaran inmediatamente al quirófano para hacerme una cesárea… perdí mucha sangre y la anestesia no funcionó. Desde que la doctora León me hizo el primer corte le mencioné que me estaba doliendo, ella me aseguró que no era cierto.
Mi bebé nació el 25 de abril y lloró muy fuerte, el pediatra me dijo que estaba bien. Durante mi recuperación me administraron mucho antibiótico por vía intravenosa e intramuscular debido a que me quedé sin líquido amniótico.
La última vez que vi a la doctora León fue el día de mi cesárea. Preguntaba por mi bebé y me decían que para verlo tenía que ir al cunero, pero que no podía por la canalización. Así pasó el 25 y el 26. Hasta el 27 de abril, cerca de las 11 de la mañana pude ver a mi bebé, estaba en un cunero patológico, me derrumbé.
Mi niño estaba lleno de tubos, de mangueras y de moretones en sus piernas. Solo argumentaron que “le estamos sacando sangre cada 15 minutos, le hacemos estudios para saber por qué no lloró al nacer”.
Le respondí que mi bebé sí lloró y me dijo “tú estabas dormida por la anestesia”.
Después me pidieron firmar la autorización para que le hicieran a mi hijo una cirugía exploratoria, porque no sabían qué tenía el bebé.
Me negué, entendí que iban a experimentar con él. El doctor se enojó y me dijo “si algo le pasa a tu hijo, la única responsable vas a ser tú”.
Al llegar mi esposo le pedí no autorizar la cirugía, y él estuvo de acuerdo.
El 28 de abril, a las 6 de la mañana, mientras estaba dormitando, llegó alguien, me tomó del pie, me sacudió para despertarme. Era el pediatra y me preguntó: ¿ya viste a tu hijo?. Le respondí que sí, y me dijo “ah, qué bueno que lo viste, tu hijo ya se murió, murió a las nueve y media de la noche”, se dio la vuelta y se fue.
Por el impacto de la noticia escuché un zumbido, vi todo blanco y a lo lejos escuché que una enfermera me decía “llora mujer, llora porque te vas a enfermar”.
Nuestros expedientes desaparecieron. El 30 de abril me dieron de alta con un papel improvisado que decía que mi bebé tuvo una falla respiratoria y que no lloró al nacer, pero estoy segura de que no fue así, que hubo negligencia… yo sólo iba por un ultrasonido.