El fallido sexenio de Miguel Ángel Mancera está de regreso, ahora en forma de pesquisas para determinar probable corrupción en el gobierno capitalino de 2012 a 2018. A nivel noticioso este asunto palidece frente al torbellino que representan, por ejemplo, los encontronazos entre Gertz y Santiago Nieto, pero es una buena noticia para la capital.
Las alternancias son un castigo de los electores a gobernantes frívolos, irresponsables o, por lo menos, mediocres. La de Mancera fue una administración plegada al presidente Peña Nieto y le falló a los capitalinos que desde los 90 quieren que su gobierno sea una alternativa al poder federal.
Quizá de ese sexenio sean rescatables algunas agendas –Asamblea Constituyente, el cierre de la Línea 12 por irregularidades detectadas, cierto cuidado de las finanzas públicas y la promoción de la Ciudad de México–, pero por lo demás se trató de una administración en la que el titular estaba más pendiente de las revistas del corazón que de gobernar.
Mancera le entregó el gobierno al equipo de Peña Nieto, a Héctor Serrano (hoy al amparo del clan de San Luis Potosí) y a los hermanos Julio y Luis Serna Chávez. Traicionó para ello primero a Marcelo Ebrard y luego al propio Andrés Manuel López Obrador.
Pero más allá de sus polémicos operadores, el sexenio mancerista acumuló temas donde se habló de desvíos e irregularidades. No por nada la jefa de Gobierno Claudia Sheinbaum declaró el miércoles que en su sexenio acabó la corrupción inmobiliaria. Traducción: es una realidad que con Mancera ese sector fue conocido por darse un festín con el uso de suelo, pero aún no está claro si en el actual sexenio se han erradicado todas las prácticas ilegales (empresarios del sector hablan en voz baja de que siguen los abusos en algunas dependencias y alcaldías).
Lo que no es regateable es que, sin tanto aspaviento, las autoridades capitalinas hoy tienen en la cárcel a un exsecretario de Obras, perseguido a uno de Desarrollo Urbano, y procesado, y por lo que se ve “cantando”, a otro muy importante funcionario: Miguel Ángel Vázquez Reyes, que llegó a ocupar puestos claves en el manejo de los dineros de la ciudad.
En septiembre pasado Vázquez Reyes salió del Reclusorio Norte, a donde había entrado en febrero de 2020, acusado de uso ilegal de atribuciones y ejercicio indebido del servicio público. Tras acogerse al criterio de oportunidad, ahora está en prisión domiciliaria.
Dos meses después de esa liberación fue detenido Julio Serna, en un movimiento que habla de que por fin las autoridades de la ciudad han logrado configurar un expediente en contra de uno de los más cercanos colaboradores del hoy senador Mancera.
Julio Serna había sido inhabilitado desde 2019. Ahora ve desde el Reclusorio Norte cómo presuntas propiedades suyas son cateadas por la autoridad, como ocurrió este jueves. ¿Qué más habrá declarado Vázquez Reyes, y qué pruebas habrá aportado, que con sus testimonios se logró tan importante detención del núcleo mancerista? ¿Quién más caerá?
Mancera sigue en su escaño del Senado. Sin peso político –sus votos son predecibles pues no tiene margen– y sin brillo.
Con presunción de inocencias a salvaguarda, la pregunta obligada es cuánto supo Mancera de lo que hacían los Serna o el mismo Vázquez Reyes. Y qué será peor para su carrera política, ¿que a la postre resulte un encubridor de sus colaboradores, o un irresponsable que nunca se enteró de desvíos y triquiñuelas de aquéllos a quienes encumbró?
Aunque no se hable de este caso en la mañanera, para la CDMX es una nota muy importante.