Los astros se están alineando a la candidatura presidencial de Andrés Manuel López Obrador, que una vez más empieza a construir la profecía autorrealizable.
Pero a diferencia de 2006 y 2012 esa predicción, que a base de repetirla se va convirtiendo en realidad, cuenta ahora con una ayuda inesperada, una mano negra muy escondida que sólo puede perfilarse de manera circunstancial.
Esa mano es del derrotado Miguel Ángel Osorio Chong, aunque no hay forma de probar si el respaldo que está teniendo López Obrador o la demolición de las posibilidades del PRI en las elecciones de julio, se está dando de manera directa o indirecta.
Osorio Chong está muy callado y en Los Pinos el presidente Enrique Peña Nieto dejó de hablar con él. Hay mucha molestia contra el exsecretario de Gobernación, pero no se tienen evidencias concretas de que esté organizando un sabotaje a la candidatura de José Antonio Meade.
Las actitudes de Osorio Chong, extrañas y dañinas para el candidato presidencial, se comenzaron a dar desde antes de definirse la nominación, pero en los días en que el entonces poderoso secretario de Gobernación percibía que sus posibilidades de suceder a Peña Nieto estaban liquidadas.
El mensaje fue la escisión del Partido Encuentro Social, que nació, creció y se alimentó de Bucareli y el Grupo Hidalgo, hacia la cancha de Morena.
Osorio Chong fue requerido para que lo evitara, pero el dinero mediante el cual persuadirían a los líderes del partido cristiano a mantenerse aliados del PRI, nunca llegó a sus destinatarios.
Desde entonces, todo lo cercano a él, se ha ido separando del PRI o de los intereses estratégicos del partido.
El último ejemplo es el rompimiento de René Fujiwara Montelongo, uno de los dos nietos más queridos de la maestra Elba Esther Gordillo.
La familia de la maestra, que cayó en desagracia y en la cárcel a principios del gobierno de Peña Nieto, había recibido cobijo político de Osorio Chong.
Gordillo siempre ha pensado que la traición a sus contribuciones a la campaña de Peña Nieto, era del entonces secretario de Hacienda, Luis Videgaray, respaldado por el exjefe de Oficina de la Presidencia, Aurelio Nuño, quienes convencieron al presidente de que la reforma educativa no iba a ser posible con la maestra en medio.
Fujiwara Montelongo y su padrastro, Fernando González, que chocó con Nuño cuando se estaba construyendo la reforma educativa, se sumaron esta semana formalmente a la campaña de López Obrador.
Paralelamente a ellos, poco visto en los medios de comunicación, fue la renuncia de más de seis mil perredistas de Hidalgo que se fueron en masa a Morena, así como haber apoyado completamente a Roberto Albores Gleason –respaldado igualmente por Nuño y el presidente del PRI, Enrique Ochoa–, para ser candidato de la alianza PRI-Partido Verde en Chiapas, que provocó un estallido político en aquél estado donde, en este momento, no se sabe cómo va a terminar de procesarse.
La mano negra de Osorio Chong se encuentra también detrás del gobernador de Chihuahua, Javier Corral, a quien apoyó fuertemente, que ha arrinconado al Presidente, al gobierno y al PRI, con la acusación del desvío de 250 millones de pesos del erario estatal a campañas priistas en 2015 y 2016.
De manera creciente, dentro de las estructuras de poder del PRI, existe la creencia de que el expediente que vincula al exgobernador César Duarte al exlíder del PRI, Manlio Fabio Beltrones, y al exsecretario de Hacienda, actualmente de Relaciones Exteriores, Luis Videgaray, le fue entregado a Corral por instrucciones de Osorio Chong.
De esta forma, dijeron priistas, se deshizo de Beltrones, quien podría haberle disputado la coordinador del PRI en el Senado durante la próxima legislatura, golpeó a Videgaray, ante quien perdió la carrera presidencial, y a través del eslabón más débil, Duarte, escala ese caso potencialmente a Luis Vega, el secretario de Finanzas y Administración del PRI, por cuyas manos circula todo el dinero de las campañas del partido, y que es incondicional del presidente Peña Nieto.
Osorio Chong era el candidato de los gobernadores priistas, que están criticando la campaña de Meade y han mostrado reticencias en los respaldos económicos que les están solicitando en el PRI.
Justo sería decir que el tándem de Nuño y Ochoa tampoco ha ayudado a inyectar antídotos a esa sorda resistencia al candidato del presidente, al estar ignorándolos y haciéndolos de lado en la estrategia de campaña, como se ha podido ir documentando a través de las imágenes de los desangelados mítines en varios estados.
En este caso, la arrogancia del dúo sirve a los intereses priistas que están rechazando la candidatura presidencial del partido.
El exsecretario de Gobernación, que guarda un perfil muy bajo estos días, sigue muy resentido y molesto por haber sido dejado de lado en la sucesión presidencial, cuando, de acuerdo con personas que hablaron con él tras la unción de Meade, era quien tenía los méritos y debía haber sido nominado.
La creencia que la mano negra está ayudando a López Obrador a ganar adeptos mientras lastima los apoyos al PRI, no termina de ser documentada en el gobierno y el PRI para que el presidente pudiera tomar acciones concretas para neutralizarlo.
La evidencia circunstancial llevó a la purga de osoristas en la Secretaría de Gobernación y todo el sector de seguridad, pero no ha pasado de eso. Es cierto que en política no hay coincidencias o, dicho de otra forma, que están dándose demasiadas coincidencias para que sea coincidencia.
Pero falta la bala de plata para neutralizar a Osorio Chong, acotado hoy él, pero no sus lugartenientes.