Opinión

Pedro Kumamoto: Dos aniversarios

Fechas. | AMLO llegará a sus 100 días de gobierno y el PRI cumplió 90 años de vida | Fuente: Nación321

Esta semana se celebran dos fechas relevantes para la política de nuestro país. Un atardecer y amanecer de fuerzas electorales mexicanas, una ha cumplido noventa años de existencia y la otra apenas cien días en el gobierno federal. 

Esta coincidencia cronológica nos provee la oportunidad de hacer un análisis sobre el papel de estas plataformas en este tiempo. ¿Se parecen en algo estas fuerzas políticas? ¿Qué aprendió una de la otra?

Hace noventa años Plutarco Elías Calles impulsó un esfuerzo para conjugar a distintas corrientes políticas, caudillos y proyectos electorales, especialmente provenientes de la Revolución Mexicana, en una sola plataforma electoral. 

El cuatro de marzo se reunieron en Querétaro los fundadores del Partido Nacional Revolucionario, un instituto político que esta semana cumplió casi el siglo de vida y que en estos días conocemos como el Partido Revolucionario Institucional.

(Plutarco Elías Calles)

El PRI gobernó nuestro país por siete décadas hasta que perdió por primera vez la Presidencia de la República en el año 2000. Después de una interrupción de dos sexenios panistas  regresó al poder en 2012 con una administración que pronto perdió legitimidad y respaldo social. 

Los escándalos de corrupción, la ineptitud gubernamental, la impunidad, los asesinatos, desapariciones, la inseguridad, los golpes a la economía, entre muchos más elementos, terminaron por sepultar la imagen de Enrique Peña Nieto y la de su partido. Como consecuencia, el PRI registró en 2018 la derrota más estrepitosa en su existencia.

En contraposición, el gobierno de Andrés Manuel López Obrador llega a sus primeros cien días de administración bajo una aprobación sin precedentes. El Presidente de la República goza ahora de una popularidad y respaldo social como hasta hace varias administraciones no se veía, al menos eso es lo que nos permite ver la encuesta publicada por El Financiero el día de ayer y que lo presume con 78% de aprobación.

¿Por qué podríamos ver una correlación entre las fechas que se celebran en esta semana? Se alcanzan a divisar diferencias y similitudes entre las dos fuerzas políticas. Empecemos por analizar aquellas lecciones que Andrés Manuel se llevó a su administración y con las que consolida sus diferencias con el proyecto de Peña.

La encuesta de El Financiero revela que a los mexicanos les gusta que el Presidente se vea chambeador, mañanero, cercano, serio y preocupado por los temas prioritarios para el país. La ciudadanía recibió bastante bien la reducción de salarios de los funcionarios públicos, 79% de la población respaldó la medida. También que el Presidente participe diariamente en las conferencias de prensa matutinas, 73% manifestó estar de acuerdo con esta medida. 

El impulso de la Guardia Nacional goza igualmente de reconocimiento público con 64% que la ven con buenos ojos. Estas tres acciones parecen estar intrínsecamente relacionadas con el gobierno anterior.

Andrés Manuel aprendió durante los años de ser opositor qué le dolía al mexicano promedio. Su astucia para comprender qué acciones podrían ser populares o repudiadas es sobresaliente. Entiende la manera en que funcionamos y le apuesta precisamente a dar cada paso con asuntos por los que fueron señalados sus predecesores, pero en sentido inverso. 

Si Peña Nieto era percibido como lejano, lleno de mimos y lujos, AMLO va en el sentido opuesto: toma vuelos comerciales, para al baño en las gasolineras, se deja querer y conduce por las carreteras más inhóspitas del país. Hacer lo opuesto a Peña Nieto en estos temas se ha convertido en la guía a seguir.

A pesar de este deseo diferenciador, existen ya atisbos que se alcanzan a percibir similares entre estas dos fuerzas políticas, entre los que se encuentra la predilección por el presidencialismo. 

Además, la disciplina partidista se instala y hace que el disenso o la crítica pueda ser percibido como traición o golpeteo. Se percibe también la tentación por construir centrales obreras, sindicatos aliados y estructuras estatales que permitan el control de grandes porciones de votos. Finalmente, preocupa la posibilidad de que pueda existir malversación de los programas sociales para cubrir objetivos electorales. 

Si bien estas políticas son necesarias y podrían ser una herramienta de justicia social, también es cierto que podrían ser contraproducentes sin reglas de operación claras, sin autoridades atentas a las evaluaciones técnicas y en un ecosistema político que tolere la corrupción en la entrega de los recursos.

Aún es muy pronto para afirmar que estas tres posibles similitudes se concretarán, sin embargo vale la pena que el ojo público permanezca atento a ellas. Quizás convenga a la fuerza naciente reforzar sus diferencias con el pasado, desmarcándose rápidamente con acciones contundentes de cualquier parecido con el que alguna vez fue el partido hegemónico.

Pedro Kumamoto 05.34.2019 Última actualización 05 marzo 2019 6:34

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