Alito Moreno se presentó en el encuentro de senadores del PRI con la precandidata al gobierno del Estado de México, Alejandra del Moral, para reventar la reunión.
Hace su trabajo, reventar.
A nivel nacional, las circunstancias se alinean para el triunfo opositor el próximo año.
La corcholata oficial no tiene carisma ni eficacia. No puede ni plantar un árbol.
Hay condiciones para que la oposición gane la Presidencia y salvar al país del socavón de odio y sin libertades que significa el proyecto transexenal que perfila el oficialismo.
Pero Moreno tiene la misión –o actúa como si la tuviera– de reventar a la alianza, y lo está logrando.
Mientras jueces, ministros, legisladores, consejeros electorales, organizaciones de la sociedad civil y periodistas se juegan su empleo y hasta su vida por defender las libertades y el régimen democrático, el presidente del PRI boicotea a la oposición.
Un senador del PRI me lo dijo, a manera de previsión, hace un par de años: Alejandro Moreno está en la presidencia para entregarle el partido a Morena.
Es lo que vimos en la elección intermedia, con las derrotas del PRI en todas –menos una, Durango– las contiendas para gobernadores.
Problema de los priistas, podría decirse, pero lamentablemente no es así.
El país vive un momento crucial, en que la democracia se puede perder, y lo que haga o deje de hacer el PRI, con 13 o 15 por ciento de las preferencias del electorado, nos incumbe a todos.
Sin alianza de la oposición, es muy posible que Morena gane la Presidencia de la República el próximo año, con una corcholata.
No cualquier corcholata. Una oposición que vaya dividida, le dará amplio margen a “la encuesta” de Morena para decidirse por la más radical de las opciones, Claudia Sheinbaum.
Y con Alito al frente del PRI, la alianza no va a funcionar.
El PRD ya anunció su lejanía del bloque opositor, que ahora no es bloque, sino un par de partidos que, sumados, no pasan mucho más allá de 30 por ciento.
El gobierno tiene a Alito cogido del cuello. Ha empleado mecanismos ilegales –y que han quedado impunes– para desprestigiarlo, y lo han conseguido.
Aunque el desprestigio no es lo sustancial que persigue el gobierno con la exhibición de presuntos negocios oscuros y enriquecimiento ostentoso de Alejandro Moreno. Al gobierno le interesa tener a Alito de rehén.
Si Alito accede a apoyar la militarización transexenal del país, le congelan el expediente, el juicio político en la cámara, y hacen callar a Layda Sansores.
Pero si viene con que está en contra del plan B de la reforma electoral, entonces vuelve a aparecer Layda en escena y desempolvan el expediente.
Dijo Labastida en entrevista con René Delgado, de El Financiero, que Alito Moreno se aferra a la presidencia del PRI para evitar ir a la cárcel.
Desconozco si así sea, pero lo que hacen el gobierno y Alito es el juego del gato y el ratón.
¿Por qué el PRI tiene que ser rehén de Alito?
Los expresidentes de ese partido le han pedido que deje el cargo, y él se aferra.
¿Mucho amor al PRI? No. Es víctima de un chantaje que traslada a su partido, a la alianza y al sistema democrático.
Alito sólo piensa en su salvación personal.
Moreno debió irse este año, en agosto, por estatutos. Y él y sus afines cambiaron las reglas para quedarse al frente del partido hasta 2024.
Los panistas creen que negocian en serio cuando hablan con Alito. Les firmó un papel que dice que las dos primeras candidaturas, Edomex y Coahuila, las elige el PRI, y que la Jefatura de Gobierno de la CDMX y la candidatura presidencial corren por cuenta del PAN.
Eso va a funcionar si y sólo si la fórmula garantiza el triunfo de Morena.
No hay más remedio que creerle a Alito, nos dicen respetados panistas.
Y en Movimiento Ciudadano, donde está el otro polo de la oposición, no quieren saber nada de alianzas con PRI y AN mientras esté Alito Moreno en la presidencia del PRI.
El problema es Alito.
Mostró en vivo y a todo color la división del priismo cuando más debieron enseñar unidad: en la reunión de los senadores con Alejandra del Moral.
La señal para los electores mexiquenses no pudo ser peor: el PRI está divido. Huele a derrota.
Si llega a ganar la candidata de Morena al gobierno del Estado de México, a pesar de sus pésimos antecedentes y nula preparación, entonces a quien ponga Morena en la candidatura presidencial va a triunfar.
Alito se habrá salvado, y el país se habrá hundido.