Opinión

Juan Ignacio Zavala: Tragedias estatales

Protestas en Campeche. | En esta semana hubo manifestaciones en ese estado para demandar seguridad ¡para los policías! | Fuente: Cuartoscuro

López Obrador siempre ha despreciado los procesos de selección de candidatos. En el fondo, el desprecio es por los cargos: considera que los legisladores son todos gente inútil que solamente sirve para obedecer lo que manda el Presidente. 

Este dicho puede corroborarse con las actuaciones de los legisladores de Morena en este sexenio. Algunos de los hoy legisladores llegaron por tómbola –que, al final, resultó ser uno de los métodos menos sospechosos en ese partido– y el resultado es que hemos tenido en la Cámara de Diputados y de Senadores uno de los niveles más bajos de debate de los que se tengan memoria. Cierto es que las sedes legislativas son una caja de resonancia del ambiente nacional, por lo que es común presenciar discusiones agrias y hasta pleitos en los Congresos de casi cualquier país en el orbe. Sin embargo, el nivel de ignorancia y de estulticia de la mayoría de Morena ha sido verdaderamente escandaloso. La zafiedad, la conducta primitiva, el insulto y la ramplonería han sido la norma de las legislaturas en el transcurso de este gobierno. 

Algo similar ha resultado con el estilo de liderazgos –por llamarlos de alguna manera– seleccionados por el Presidente para gobernar en las diversas entidades en que Morena se hizo del gobierno. El calificativo mediocre resulta de lo más positivo para hablar de esas gestiones que, por lo general, merecen la calificación de “desastrosas”. Cuitláhuac García ha resultado una verdadera tragedia para Veracruz. Los niveles de estupidez del gobernador son verdaderamente asombrosos. El tiradero que ha dejado Cuauhtémoc Blanco en Morelos es de antología; la gobernadora de Colima ha convertido ese pequeño estado en una zona de nadie, y los Monreal han terminado por convertir Zacatecas en un gigantesco panteón. 

No muy aparte de los arriba mencionados debemos poner a Campeche y a Guerrero. En Campeche, la gobernadora Layda Sansores se hizo de cierto nombre al principio de su mandato por lanzar un programa de televisión semanal en el que exhibió el resultado de actos de espionaje en contra de sus adversarios políticos. La señora Sansores es un personaje grotesco de la cuarta transformación, su frivolidad está aparejada de su irresponsabilidad. Es posible que a algunos cuadros directivos de Morena y al propio Presidente –a quien le dedicó lecturas de poemas bochornosos– les cayera simpática con su desparpajo la gobernadora. El resultado está a la vista. Esta semana hubo manifestaciones en ese estado para demandar seguridad ¡para los policías! Cómo estarán las cosas que es por ahí por donde ha reventado el clima político en Campeche. El gobierno de la señora Sansores mandó un grupo de policías inermes a una cárcel para mover reos. Los policías fueron sorprendidos por los reclusos y los guardianes resultaron heridos de las golpizas que les propinaron. La gobernadora acusa a sus opositores de las quejas policiacas. No se podía esperar otra cosa. 

El tema Guerrero es quizás el más delicado en estos momentos. Ahí el Presidente puso a la hija de Salgado Macedonio para cobrarse la afrenta opositora que impidió al amigo del Presidente ser gobernador. El resultado de esa pírrica venganza es la situación de desolación que se vive en esa entidad dominada ya por el crimen organizado. La anarquía se refleja en los cambios que ha intentado hacer la gobernadora que ni siquiera se fija en los requisitos elementales. Nombró un fiscal y a los cinco días renunció porque se dieron cuenta de que no cumplía ¡la edad mínima para el cargo! Como quiera que se le vea, lo que pasa en Guerrero es una tragedia.

Vale la pena recordar la situación por la que atraviesan estas entidades, porque son también parte de la herencia de López Obrador.


Juan Ignacio Zavala 22.27.2024 Última actualización 22 marzo 2024 6:27

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