Hace un año parecía imposible imaginar el desenlace que tuvieron acontecimientos clave que hoy impactan la vida de millones de personas en el mundo entero.
Hace 12 meses, Trump resultaba a los ojos de la mayoría, una mala broma sin posibilidades de llegar a ser siquiera el candidato del Partido Republicano en la elección presidencial de Estados Unidos.
Anthony Zurcher publicaba el 10 de diciembre de 2015 en BBC Mundo: “Durante las últimas semanas se ha corrido la voz de que los ancianos republicanos están cada vez más ansiosos por el daño que le está haciendo Donald Trump a su partido... Incluso si no consigue la nominación del partido, ya habrá empujado hacia una derecha antiinmigrante y habrá obligado a sus compañeros de precandidatura a tomar posiciones que podrían ser perjudiciales en la elección...”. Zurcher da cuenta también de que “los partidarios de Trump no pueden más con los políticos tradicionales. Sienten que les han dado la espalda”.
Los resultados del Brexit, en junio, y el NO a los acuerdos de paz en Colombia, en octubre, continuaron echando por la borda a casi la totalidad de las encuestas y los pronósticos publicados y aceptados como válidos por grupos relevantes y diversos, salvo por quiénes acudieron a las urnas a manifestar con el poder de su voto la rebelión que los métodos tradicionales no alcanzaron a prever.
En México también vivimos la rebelión en las urnas. En las elecciones locales de junio, en las que un buen número de miembros de la clase política apostaron al poder de las estructuras y métodos tradicionales para “asegurar” el triunfo, fueron derrotados por el hartazgo, el reclamo de alternancia y la ira frente a la impunidad y la corrupción. Los triunfos y derrotas en las elecciones a las gubernaturas hablan por sí mismas. Los ciudadanos, en su gran mayoría, ocultaron el sentido de su voto frente a los encuestadores, pero lo hicieron efectivo y cambiaron en una jornada electoral el mapa de poder político en nuestro país.
Pero no sólo en las urnas se ha manifestado una poderosa rebelión. Los millennials han sacudido las audiencias de barras y programas en la televisión, lo que ha obligado a repensar y tomar decisiones para reconquistar, de alguna manera, a quiénes por años se consideraron público cautivo. Desde las redes sociales se crean nuevas ofertas y liderazgos. Las rebeliones del año 2016 serán recordadas como el triunfo de lo impredecible, lo impensable, lo inimaginable y en algunos casos de lo indeseable para la democracia y las libertades.
Incluso una democracia como la española enfrentó la ausencia de un gobierno por más de 300 días y vivió la polarización e incertidumbre en el ámbito político, en tanto que su economía mantuvo su fortaleza.
2016 ha sido el año del dolor y la pérdida para cientos de miles de refugiados y exiliados por las guerras. Aleppo es el rostro del sufrimiento humano y de la destrucción sin límites.
La migración ha sido protagonista por diversas razones a lo largo de estos meses. Ejemplo de ello es que grupos como los “dreamers”, que en el 2015 simple y sencillamente no eran visibles para la mayoría de los mexicanos, hoy afortunadamente ya están en la agenda y sus voces cobran cada día más fuerza.
A pocos días de finalizar este año, el balance es de poderosos contrastes. Mientras los adelantos tecnológicos y el esfuerzo cotidiano y talento de millones de seres humanos amplían márgenes de libertad y de múltiples oportunidades, la amenaza del avance populista es real y la resistencia de las élites a transformarse y perder privilegios también lo es.
Sigo creyendo que es el tiempo de los antropólogos sociales, porque ellos han decidido vivir con la gente y poder conocer o intentar comprender los motivos de su enojo, de sus frustraciones, de sus reclamos de justicia, pero también de sus sueños, sus esperanzas y sus más profundos anhelos.
Me quedo con esta lección: la rebeldía de 2016 sacudió al establishment y a lo que por años y hasta décadas se dio por sentado; o vamos con humildad y compromiso a escuchar a los nuestros y actuamos en consecuencia, o la debilidad institucional será creciente.
El poder de los ciudadanos ha sido la mejor de las noticias; en contraparte, estamos frente a un 2017 en donde el populismo oscurece y amenaza el futuro, pero advierte también que apenas estamos a tiempo de transformarnos para fortalecer las libertades y responder de mejor manera. Lo que está en juego es demasiado.