México es uno de los países con mayor riesgo catastrófico por diversos fenómenos naturales, y pese a ello, solo 502 de 2 mil 469 municipios del país cuentan con un Atlas de Riesgo, de acuerdo con información del Centro Nacional de Prevención de Desastres (Cenapred).
El Atlas Nacional de Riesgos que elabora el Cenapred estima que el 45% del país está expuesto a inundaciones y 40% está clasificado como zona sísmica, lo que pone en riesgo a cerca de 77 millones de los 128.9 millones de habitantes del territorio nacional, según el último Censo del Inegi.
Tan solo información de la Asociación Mexicana de Instituciones de Seguros (AMIS) reveló que entre 2000 y 2018 el costo de los fenómenos que afectaron al país ascendió a más de 40 mil millones de dólares. De ese monto, 55% corresponde a 11 desastres naturales de mayor impacto registrados durante el periodo y entre los que se encuentran ciclones, inundaciones y sismos.
De acuerdo con la Cenapred Oaxaca, por ejemplo, es uno de los estados que más ha sufrido los estragos de los sismos; sin embargo de los 570 municipios, solo 37 cuentan con Atlas de Riesgo.
Los estados pendientes
Las entidades que se llevan la medalla por cumplidos son los del Estado de México, pues todos los municipios cuentan con un instrumento de este tipo; le siguen la Ciudad de México con 81.3%, es decir, 14 de sus 16 alcaldías y después Baja California Sur y Colima, ambos con coberturas del 80%.
En el otro extremo, menos del 4% de los municipios de San Luis Potosí y Guerrero cuentan con un Atlas. En Guanajuato y Oaxaca la cobertura es de 6.5%; en Zacatecas, de 6.9% y en Jalisco de 8.8%.
El Atlas de Nacional de Riesgo de Protección Civil es un sistema que integra todos los 'mapas de riesgo' del país, es decir, los peligros y vulnerabilidades clasificados para su visualización y análisis. Entre los principales rubros están los asentamientos urbanos, inundaciones, los volcanes activos, sismos y deslaves; además de construcciones humanas consideradas de riesgo como refinerías, ductos o plantas químicas, entre otras.
Es decir, son instrumentos elaborados a nivel nacional, estatal y municipal que sirven para conocer el territorio; además de ser una herramienta para hacer una mejor planeación y que garantice una infraestructura más segura.
Por ejemplo, este documento debe mostrar fenómenos climatológicos —como cambios de temperaturas, lluvias e inundaciones—, movimientos de la Tierra —sismos, deslaves, fallas, fracturas y socavones— y los riesgos, que se miden con parámetros globales, para identificar las zonas que se inundan más, se hunden o se inclinan.
Dicho documento facilitaría labores de construcción y reparación, compra de inmuebles, demanda de servicios públicos y hasta la decisión individual de vivir o no en alguna zona, pues también deben ser públicos y de fácil acceso a la población de cada municipio y ciudad.
De acuerdo con el Cenapred, en el ámbito estatal existe en 28 de los 32 estados y está por ser integrado en Guerrero y San Luis Potosí; mientras que en Baja California Sur y Sinaloa no están disponibles, pero al ser un requisito de ley, en su lugar hay programas de protección civil, plan de emergencia o de contingencia.
Las entidades que se llevan la medalla por cumplidos son los del Estado de México, pues todos los municipios cuentan con un instrumento de este tipo; le siguen la Ciudad de México con 81.3%, es decir, 14 de sus 16 alcaldías y después Baja California Sur y Colima, ambos con coberturas del 80%.
En el otro extremo, menos del 4% de los municipios de San Luis Potosí y Guerrero cuentan con un Atlas. En Guanajuato y Oaxaca la cobertura es de 6.5%; en Zacatecas, de 6.9% y en Jalisco de 8.8%.
El Atlas se integra con información de:
Y las leyes mexicanas establecen que las autoridades de Protección Civil de todos los niveles de gobierno deben desarrollar y mantener actualizados sus atlas de riesgos.
De acuerdo con el Cenapred, en el ámbito estatal existe en 28 de los 32 estados y está por ser integrado en Guerrero y San Luis Potosí; mientras que en Baja California Sur y Sinaloa no están disponibles, pero al ser un requisito de ley, en su lugar hay programas de protección civil, plan de emergencia o de contingencia.
Las entidades que se llevan la medalla por cumplidos son los del Estado de México, pues todos los municipios cuentan con un instrumento de este tipo; le siguen la Ciudad de México con 81.3%, es decir, 14 de sus 16 alcaldías y después Baja California Sur y Colima, ambos con coberturas del 80%.
En el otro extremo, menos del 4% de los municipios de San Luis Potosí y Guerrero cuentan con un Atlas. En Guanajuato y Oaxaca la cobertura es de 6.5%; en Zacatecas, de 6.9% y en Jalisco de 8.8%.
Una de las mayores aportaciones de los Atlas de Riesgo es detallar en qué zonas es más probable que ocurran desastres y la Coordinación Nacional de Protección Civil detalla que en el país, hay 6 principales desastres que golpean a la nación:
Dada su particular posición geográfica, en una intersección donde varias placas tectónicas chocan constantemente, México es uno de los países que con mayor frecuencia sufren terremotos. Los más fuertes de su historia reciente han sido, respectivamente, los de 1957, 1985, y 2017. México se encuentra ubicado en el contexto de cinco placas tectónicas: Caribe, Pacífico, Norteamérica, Rivera y Cocos.
Las tormentas en el país generan inundaciones frecuentes tanto en comunidades pequeñas como en urbes. Han provocado daños recientes en Michoacán, Estado de México, Tabasco, Jalisco y Chihuahua, además de que una severa inundación azotó Hidalgo tras el desbordamiento del río Tula.
Es un efecto colateral de tormentas e inundaciones. Los deslaves podrían arrastrar poblaciones a su paso y bloquear caminos vitales para la interconexión entre estados, según su intensidad. Cuando hay lluvias torrenciales, el riesgo se incrementa, al grado de que el Servicio Meteorológico Nacional (SMN) advirtió del peligro de deslaves en los estados de Veracruz, Oaxaca y Chiapas.
Otra de las condiciones naturales que más afectan a las localidades de bajos recursos y a los campos de cultivo, son las heladas. Aunque no causen daños tan estrepitosos como un terremoto o huracán, los perjuicios materiales son considerables para la economía.
Las sequías ocurren en otros momentos del año, aunque resultan igual de dañinas durante un periodo extenso. La escasez de agua afecta al riego de cultivos. Con respecto a los incendios, estos suelen acontecer tras una temporada extensa de sequía, pues la madera y el material vegetal son más inflamables cuando están secos. Estos desastres naturales tienen consecuencias severas para los ecosistemas y áreas verdes del país, así como para las viviendas.
Anualmente, de junio a noviembre, llegan las tormentas tropicales y huracanes a costas y mares nacionales del Pacífico, el Golfo y en el Caribe. Cada uno deja daños según su intensidad, siendo la 5 la más potente y peligrosa.