Informes sobre Seguridad, avances del Tren Maya, clases de historia, los festivales del Día de la Madre, canciones dedicadas a sus adversarios, poemas, duras réplicas y hasta disculpas públicas o conmovedores momentos, fueron el pan de cada mañana durante el gobierno del presidente Andrés Manuel López Obrador.
Ávido orador, el ahora exmandatario rompió el paradigma de la comunicación política en la más alta esfera de poder: la Presidencia de la República, desde la que religiosamente, a partir el 3 de diciembre de 2018, comenzó a dictar la agenda pública de cada día, mediante las llamadas conferencias mañaneras, que él catalogó como “diálogos circulares” y dejó como herencia a su sucesora, Claudia Sheinbaum.
“Es un diálogo circular, para que participen todos los medios, que puedan hacer preguntas quienes representan a la prensa escrita, a la radio, la televisión y redes sociales. Que sea algo plural e incluyente, para que de esta manera todos tengan información y va a ser a consideración de ustedes si está información la transmiten, que yo estoy seguro que sí, porque esa es la misión de los medios, que el pueblo esté informado (...) Está de más decir que aquí no hay censura”, dijo en su primera mañanera como Presidente.
A López Obrador le gusta levantarse temprano. Las mañaneras no fueron una ‘invención’ de su gestión presidencial, sino una costumbre que instauró desde su gestión como jefe de Gobierno de la Ciudad de México (2000-2005), donde las conferencias arrancaban desde las 6:30 de la mañana y, al igual que en su papel como Presidente, luego de una reunión con su Gabinete de Seguridad.
"A todos nos conviene empezar temprano, independientemente de la hora”, decía López Obrador a quienes le criticaban su método de comunicación con la prensa y desde entonces, no tuvo pena en mostrarse alegre con algunas preguntas y molesto con otras, a las que aprendió a responder con una frase y un gesto: “lo que diga mi dedito”, decía mientras con la mano indicaba un no, que no contestaría.
“Las mañaneras son un ejercicio que Andrés Manuel López Obrador asume desde que fue jefe de Gobierno y es su manera de lograr dos cosas: primero, poner la agenda, en lugar de dejar que sean los medios los que la pongan, la segunda cosa muy importante, es que utiliza a la prensa para llegar a ese núcleo de votantes, que digamos, sería su voto duro”, dice al respecto Felipe Neri López Veneroni, profesor e investigador de la Facultad de Ciencias Políticas y Sociales de la UNAM.
Pero a su llegada a la Presidencia, estas conferencias tuvieron un ‘plus’, que amplificó el espectro de recepción de sus mensajes, pues dejaron de ser exclusivas para los reporteros, y gracias a las redes sociales se abrieron en transmisión en vivo para todo aquel que deseara verlas.
Lo mismo en Youtube que en Facebook, los informes, polémicas y ‘abrazos’ de AMLO llegaron a todos los rincones del país y del mundo, siempre y cuando hubiese acceso a internet, y su popularidad fue tal que en 2023 fue el streamer más visto de Latinoamérica, con 49.8 millones de visitas.
Así, en este ‘espacio seguro’, el presidente se encargó de difundir sus mensajes a su manera y responder ataques con información que no siempre fue clara o precisa, pero que él justificó asegurando que “tenía otros datos”. En 2019 ‘estrenó’ esta frase, desestimando las proyecciones de crecimiento económico para México de algunas calificadoras internacionales.
Además, se llevó el respaldo de algunos de sus ‘cuestionadores’, pues en las mañaneras dio espacio no sólo a periodistas, sino también a youtubers y comunicadores independientes, que en más de una ocasión compartían su ideología política.
“Si una persona habla y no recibe preguntas muy serias, su comunicación política es entonces propaganda”, sentencia al respecto la doctora Joy Langston, profesora e investigadora del Centro de Estudios Internacionales (CEI) del Colegio de México.
Gracias a sus conferencias mañaneras, López Obrador volvió icónicos varios conceptos y frases, principalmente para referirse a quiénes están en su contra: sus “detractores”, como quiso nombrarlos siempre, porque aclaró en repetidas ocasiones, él no tuvo ni tiene enemigos.
Así, de pronto el país pareció quedar dividido entre ‘fifis’ y ‘pueblo bueno’, ‘conservadores’ y ‘transformadores’. Incluso, él mismo, en marzo de 2019, explicó en una de sus mañaneras que para él los ‘fifis’ “son fantoches, conservadores, sabelotodo, hipócritas y doble cara”.
“El ejercicio de las mañaneras ha tenido el objetivo de consolidar, legitimar y reforzar el poder, hablarle a audiencias que claramente van a ser influenciadas emocionalmente (...) han tenido el impacto de mantener su mensaje como el centro del debate público, al tiempo que han generado de cierta forma una polarización en las audiencias”, dice al respecto Ricardo Rodríguez Inda, académico de la Facultad de Estudios Superiores Aragón, de la UNAM.
Pero no todo fueron señalamientos contra sus opositores políticos en México, López Obrador también llevó a la mañanera reclamos contra entes internacionales como la Organización de Estados Americanos (OEA) y el Banco Mundial, a quienes pidió no ser “injerecionistas” y respetar la soberanía nacional, un discurso con el que conectó el público con amplio sentido nacionalista.
Además, para criticar, López Obrador se dio vuelo y usó frases sencillas, comunes y hasta polémicas, como cuando lanzaba la icónica premisa "son lo mismo: fulanos y menganos, puercos y cochinos, cerdos y marranos”.
Así, en un tono más jocoso, el presidente también compartió en la mañanera su gusto por la música regional, la historia de México y la gastronomía nacional, de la que es un amplio conocedor gracias a sus recorridos por el país, donde lo mismo comió tamales de chipilín, que mole o menudo.
Otro ‘click’ indudable con los suyos, fue la imagen de austeridad que siempre buscó proyectar y lo llevó incluso a rifar –simbólicamente–, el ostentoso avión presidencial de su predecesor Enrique Peña Nieto, con un exitoso sorteo de la Lotería Nacional que promocionó desde sus conferencias en Palacio Nacional.
“La frase ‘no podemos tener un gobierno rico con un pueblo pobre’, es esencial en todo el discurso político de AMLO. Por ejemplo, que un alto funcionario use un avión privado puede ser muy ofensivo para una población cuyo 70 por ciento jamás se ha subido un avión, entonces, que de repente venga un presidente que les diga, ‘no, yo no voy a andar viajando y si viajo voy a hacerlo en avión comercial’, tuvo un efecto muy fuerte para muchos”, explica Felipe López Veneroni.
La conexión con ‘el pueblo’, su lenguaje sencillo y la única validación de sus fuentes fueron sólo el camino con el que AMLO consolidó, mediante sus mañaneras, una herramienta en favor del movimiento de la llamada Cuarta Transformación, coinciden los expertos López Veneroni, Rodíguez Inda y Joy Langston.
De forma específica, resalta López Veneroni, el presidente ganó muchos puntos cuando comenzó a hablarle de forma directa a la ciudadanía y no a los mexicanos mediante catedráticos o analistas, como en su momento llegaron a acostumbrarse los políticos de los partidos de oposición.
Pero eso no es todo, como buen ajedrecista, AMLO usó la palabra en más de una ocasión para medir a sus opositores, quienes paradójicamente parecían seguir a diario sus conferencias para lanzar respuestas inmediatas a los señalamientos que les pudiera hacer e incluso, permitieron que desde Palacio Nacional se ‘destapara’ a la excandidata presidencial de oposición, Xóchitl Gálvez.
“Los partidos políticos bailaban al ritmo del presidente, no hay otra forma de decirlo y los líderes de partidos de oposición estaban en reacción y no acción”, sentencia la doctora Langston.